Las manifestaciones que el PP organiza con el escudo de la AVT (hay que decir las cosas como son) terminan, invariablemente, invocando un concepto de España privativo de los herederos del franquismo, herederos directos.
Consideran los herederos del general bajito que España les pertenece porque, según ellos, son los únicos que tienen un concepto de nuestro país: para esta gente, incluida la dirección del PP en tanto no se desmarque de los gritos y rebuznos (gracias, Bergman), España es una, grande y libre, como aparecía en los escudos del régimen fascista.
Consideran estos herederos de nada que España y su gobierno les pertenecen y por ello convocan manifestaciones con el único objetivo de acosar al gobierno, de pedir su marcha, de desalojar a los socialistas, que no tienen derecho a gobernar, porque ellos no se lo han dado.
Consideran estos herederos de los represores franquistas (¿o no son herederos, sino continuadores?) que solamente a ellos les pertene España y que solamente su ¿idea? de España es la que tiene valor.
Consideran, en fin, quienes no han tenido más remedio que aceptar un sistema democrático, que si no ganan en los votos, debe desalojarse como sea al Gobierno legítimo. Los gritos que se oyen en las manifestaciones de la extrema derecha no son ni acallados, ni desautorizados por los dirigentes del PP que las encabezan. Y esos gritos no son aislados, son las consignas del día, de cada día que se manifiestan.
El día en la dirección del partido de la derecha desautorice esos gritos, deje de convocar manifestaciones esudándose en la AVT y las convoque a cara descubierta (es su derecho, y ojalá no les diera vergüenza hacerlo), ese día me creeré que defienden a las víctimas: a las únicas víctimas que están defendiendo ahora son ellos mismos, que son víctimas de sus propias mentiras.
Vale.
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