Ahora dice Ansar que se ha enterado: en Irak no había armas de destucción masiva. Había, en las Azores, tres caras con ganas de destrucción masiva. Y lo consiguieron.
Ahora dice Ansar que se ha enterado: en Irak no había armas de destrucción masiva. Ahora, gÁnsar, ahora hay en Irak un arma de destrucción masiva contra la que no hay escudos antimisiles: el odio.
El presidente Aznar mintió al parlamento, mintió a los ciudadanos de forma masiva. La ONU no se creía que en Irak hubiera armas de destrucción masiva, porque la Agencia correspondiente no lo acreditaba.
Todavía hay muchos ciudadanos, en todo el mundo, por ejemplo Bob Woodward, uno de los periodistas del Watergate, a los que les gustaría saber por qué Aznar apoyó a Bush. La respuesta no es política y en el reconocimiento que ahora hace Aznar está muy clara: es un asunto psicológico.
Porque Aznar confunde los conceptos: saber que en Irak no había armas de destrucción masiva no era una cuestión de ser o no listo, sino de conocimiento. No es lo mismo ser listo que ser inteligente. Y Aznar no fue listo porque no era, ni lo es, inteligente. Su apoyo a Bush es psicológico: es la la muestra de su complejo de inferioridad, el mismo complejo que han tenido a lo largo de la historia malos gobernantes. Y la voz de pito.
Ahora, si Aznar fuera lo listo que, en su tono de sujeto confuso con los conceptos, dice ser, debería hacer una sola cosa: pedir perdón.
Pero para eso, además de listo o de inteligente, a Aznar le falta la cualidad de hombre en el sentido de hombre en Miguel Hernández.
No hay comentarios:
Publicar un comentario