Un columnista de prensa ha hecho de su criterio de que Cáceres es la ciudad feliz sea asumido como algo cierto, como un punto de valor añadido, como una marca. pero la realidad de esa ciudad feliz es otra.
No es la ciudad feliz para los vecinos de Aldea Moret, ni para los del Carneril, las 300, las Malvinas, Mejostilla: es la ciudad feliz solamente para los que detentan el catovismo como último horizonte de sus ambiciones. Los que hacen de ser cacereños de toda la vida su catecismo, su dogma, lo que consideran que el paraíso se acaba en un kilómetro a la redonda de su casa.
Cáceres no es la ciudad feliz, es la ciudad dormida, adormecida, anestesiada por quienes detentan el poder: el poder económico, el poder político, el poder religioso.
Cáceres es feliz cuando la gente sale a la calle a ver y a ser visto, pero que no les pidan a esos cacereños de toda la vida que se comprometan, que ayuden y apoyen.
Recuerdo cómo se planteó en su día una manifestación para mantener abierta la Base de Santa Ana, y cómo la misma gente que lo planteó se dio cuenta de que los catovistas no saldrían a la calle, no se comprometerían.
Cáceres es la ciudad anestesiada, en la que nunca pasa nada.
El día que pase, no estaremos entrenados ni dispuestos para defendernos: nos pillarán dormidos, anestesiados.
Vale.
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