Mientras que muchos ciudadanos aspiran a saber qué paso con sus padres o abuelos durante la Guerra Civil que siguió al golpe de estado de Franco, y la posterior y cruel represión, otros se esfuerzan en olvidar qué pasó.
Sin embargo, la realidad es tozuda y nos devuelve de manera permanente la memoria. Y citando de memoria quiero recordar que hace poco tiempo se suscitó una polémica en Alemania porque se pretendía recuperar para hotel unos edificios realizados por el nazismo en una zona de alta montaña.
Eso sucede, por supuesto, en Alemania. ¡Que polemicen ellos! diría Unamuno, ahora que sigue sin ser restituido en su cargo de concejal de Salamanca.
Aquí no, aquí no polemizamos porque no tenemos memoria ni falta que nos hace. Ni falta que les hace a algunos. Con alegría, con alborozo, los periódicos de la ciudad recogen que antes de semana santa abrirá un hotel de lujo en el cortijo de Los Arenales, entre Cáceres y Malpartida de Cáceres. Y la memoria, maldita memoria no aparece.
Ese cortijo, antes de ser conocido por los múltiples nidos de cigüeñas que lo habitaron en el abandono de su propietaria, fue campo de prisioneros en el franquismo, donde eran recluidos después de la guerra los perdedores.
No fue un campo de prisioneros instalado en una propiedad pública ni requisada por la economía de guerra. Fue un campo de prisioneros (españoles prisioneros de españoles) en una propiedad privada, cedida gustosamente por su propietario, el marqués de Torre Arias, que hoy tiene un parque a su nombre en plena Calle de Alcalá en Madrid.
Los mismos dueños de la finca que colaboraron hasta el extremo de ayudar activamente en la represión con su propio campo de prisioneros, hoy lo convierten en un hotel de lujo.
Los mismos terratenientes que ayudaron a represaliar a los perdedores hoy aparecen como caídos del cielo. Porque los dueños son los mismos, y hoy la propiedad sigue siendo del marquesado de Torre Arias, que tiene inmensos bienes en Cáceres y que se beneficiarán del Plan de Urbanismo: todos los terrenos entre Macondo (incluida una parte de este sector) y los Arenales, a derecha y a izquierda de la carretera de Malpartida, son de la misma propietaria que el Palacio de Los Golfines de Abajo, la casa de la Enjarada...
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