viernes, 14 de noviembre de 2008

Aznar, ejemplo de lealtad... a Bush

Un leader politique doit assumer ses responsabilités, en toute loyauté et en faisant preuve de courage, de même qu'il est tenu de faire avancer des causes nobles et justes. (Un dirigente político debe asumir sus responsabilidades con toda lealtad, y mostrando coraje, ya que se requiere para avanzar en las causas justas y nobles.)
Así comienza el artículo de homenaje a Bush que firma en Le Figaro el exPresidente Aznar: un homenaje de lealtad... a Bush, claro.
Porque cuando el señor Aznar afirma, sin ruborizarse (mejor dicho, sin sentir ni un ápice de vergüenza) que las responsabilidades se asumen con total lealtad no se está refiriendo a la lealtad que le obligaba con los ciudadanos españoles que le eligieron como presidente del gobierno. Él se refiere a la lealtad a los señores más poderosos que él. En la práctica, cuando Aznar habla de Bush se refiere a él como a su señor.
Aznar no fue leal con los ciudadanos españoles, embarcando a nuestro país en una guerra ilegal, a mayor gloria del más nefasto presidente de los EEUU, según todos los estudios que se vienen haciendo en ese país. Y ser pelota mayor del universo del más nefasto, viene a ser lo mismo que ser el más ridículo de los pelotas del universo.
Unir en dos líneas conceptos como lealtad y coraje con las causas nobles y justas, y atribuyendo a Bush la toma de decisiones en causas nobles y justas (guerra de Irak, Guantánamo, torturas, desregulación financiera...) y atribuyéndose el mismo Aznar la lealtad a esas causas es una falacia propia de quien atesora un elevado concepto de sí mismo, de quien es, en realidad, un ególatra.
Aznar resume, en ese artículo, algo que es propio de los acomplejados, de los psicológicamente acomplejados: se muestra fuerte con el débil (para él, todos los que no le adoran, son desleales y, por tanto, débiles) y débil con el fuerte (con Bush, claro).
De todas formas, en España tenemos la suerte de que su sustituto, que no sucesor, en el PP, el tal Mariano Rajoy, tiene una acusada personalidad, tiene fuerza de carácter y cada vez que su homo antecesor la caga, como en el artículo de Le Figaro, él, superMariano, de manera inmediata se desmarca de esas opiniones y da instrucciones en su partido para que todo el mundo abjure de Aznar, abjure de ÉL.
Vale.

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