Comienza el año nuevo en los países "occidentales", en la llamada civilización occidental, con profusión de fiestas y resúmenes de lo que ha sido el año anterior. Los discursos oficiales de las autoridades se plagan de buenos propósitos y de desafíos que normalmente serán otros los que tendrán que afrontarlos. También las diversas iglesias que tienen seguidores en occidente lanzan sus buenos propósitos, encabezadas por la Iglesia Católica, cuyo jefe este año ha dicho que hay que poner a los pobres delante (así decía un titular informativo, creo recordar), no se sabe si para que sean los pobres los primeros en recibir los efectos de la recuperación económica, o para empujarlos y que no estorben y así toquemos a más a la hora de repartir.
Al año nuevo le caen las mentiras y los falsos deseos de siempre. Quienes ostentan el poder democrático, hablan de ser ellos los que se pongan los primeros para salir de la crisis. La permanente crisis de los demás. Quienes detentan otros poderes apelan a lo etéreo, a lo falsamente espiritual o ideológico, para seguir garantizándose que su poder no será atacado.
Ni siquiera las expectativas puestas en Barack Obama serán materializables. De hecho, Obama no tuvo reparo en intervenir después de su elección, incluso antes, en decisiones de gobierno sobre asuntos económicos, relacionados con salvar bancos y empresas de su país. Pero el mismo Obama guarda silencio, un silencio que se torna cada día más cómplice, con la devastadora y desproporcionada respuesta israelí a los cohetes katiuskas de Hamas.
Cuando los estrategas hablan de guerras asimétricas, siempre se refieren a que los ejércitos regulares no están preparados para enfrentarse a técnicas de guerrillas y terroristas. Pero no hablan de la guerra asimétrica entre un ejército armado hasta los dientes, el israelí, sobre unos milicianos, los de Hamas, que son abatidos en sus propias casas, con sus esposas y sus hijos.
El año nuevo nos trae los mismos falsos propósitos de siempre, y las mismas guerras de toda la historia.
Vale.
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