Durante la Transición, y desde la mayor parte de los análisis políticos en estos años de Constitución, se considera que Fraga Iribarne aportó un elemento muy importante: consguió neutralizar a la extrema derecha, cuyo resurgimiento progresivo comienza en la segunda legislatura de Aznar, la de ma mayoría absoluta, donde vieron que la impunidad de la derecha era el elemento diferenciador.
Así, la excusa de la conspiración del 11-M, alimentada por un Jiménez Losantos que es un converso a la extrema derecha, y ya se sabe que los peores son estos, los conversos y un sujeto carente de escrúpulos, Jotapedro Ramírez, es el elemento aglutinador de los más bajos institntos espñolistas (consideran que España les pertenece por derecho divino). Y ahí es donde aparece Rajoy.
El liderazgo, o, mejor dicho, la falta de liderazgo de Rajoy sbre su partido, la falta de un modelo político que plantee una alternativa de gobierno (¿por que no tiene agallas para presentar una moción de censura?), su sometimiento absoluto a sujetos como Acebes, Zaplana y los dictados de Losantos y Jotapedro, su pusilanimidad y su miedo a ser defenestrado, le hace acurrucarse en los brazos de Inestrillas y marchar bajo las banderas falangistas y preconstitucionales.
En realidad, Rajoy es donde se siente a gusto: con el yugo y las flechas, con el aguilucho imperial de la una, grande y libre. Eso le permite no tener que demostrar a los suyos y a sus votantes que es un hombre de estado: es, simplemente, un monaguillo de gÁnsar, puesto de privilegio que alcanzó, seguramente, por cursos acelerados de mamporrero.
Vale.
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