domingo, 31 de octubre de 2010

Descaro o desmemoria

Dice el trabajador líder de la derecha española en una entrevista que se publica en el día de hoy en el Diario El País que sus primeras medidas al llegar a La Moncla (da por hecho que ganará las elecciones y podrá gobernar sin pactos) serán como las que adoptaron en 1996. O lo que es lo mismo, este sujeto confía en la desmemoria de los ciudadanos o se mueve con un descaro absoluto.

El primer Real Decreto que aprobó el primer gobierno de Aznar fue el RD-L 5/1996, de 7 de junio, de medidas liberalizadoras en materia de suelo y de colegios profesionales.

Es decir, que este sujeto está dispuesto a volver a la economía del ladrillo, que tan buenos réditos económicos dio a su partido, y sigue dando (Gürtel, Brugal...). No sé si lo hacen porque no saben y no tienen capacidad de plantear un modelo económico nuevo o, sencillamente, porque tienen que seguir pagando peajes.

Este sujeto parece, ya digo, confiar en la desmemoria de los ciudadanos. Y combina la desmemoria, o la memoria selectiva, con un descaro digno de mejor causa. Desmemoria porque en los años en los que el ladrillo, las empresas cuyos altos directivos aplauden con las orejas las políticas que les dan tan pingües beneficios, muchos ciudadanos aprendieron, con la inestimable ayuda del gobierno y los medios de la derecha, a que cada uno de nosotros lleva un especulador dentro.

La especulación que inspiró el primer decreto firmado por Aznar es el mismo y único predicamente ideológico y económico que inspira a un sujeto incapaz de mover un dedo por el conjunto del país. Lo levantará, únicamente, para sí mismo, para su mejor conveniencia.

Un partido atrapado en una red de mierda, en la que los ciudadanos son tan responsables como los ladrones que anidan en las listas electorales corruptas, que confía, y sabe por las encuestas, en que esa mierda no les pasará factura, no puede estar pensando (suponiendo que piensen) en volver a las andadas de una economía basada en el ladrillo a mayor gloria de los empresarios.

La mezcla de desmemoria y descaro de la que hace gala el presunto líder del Partido Gurtelar demuestra, además, que le da igual el país, que su interés está en gobernar a la manera con la que lo hacían las familias pudientes del siglo XIX: un hijo, arzobispo, otro, militar, una hija, casada con un terrateniente, otra, monja, y el hijo tonto a Madrid a guardar los intereses de la familia.

Vale.

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