Lo que está sucediendo en el PP, en la Comunidad de Madrid es la consecuencia de la saturación del poder político, que aspira a la saturación del poder económico. El PP ocupa todos los espacios de poder de la comunidad, desde la presidencia autonómica, la alcaldía, el arzobispado (sí, el arzobispado) hasta un sinfín de alcaldías, empresas públicas y empresas privadas que antes fueron públicas, fundaciones, asociaciones sin ánimo de lucro que reciben lucrativas subvenciones.
Pero todos quieren más, quieren convertir, aspiran a convertir su poder político en un principado económico. La lucha desatada de dossieres, espías, traiciones, amigos enemistados, enemigos muy íntimos, tiene un horizonte: Cajamadrid.
Hasta llegar a este punto hay que hacer algo de historia. Y hay que recordar que al PP lo llevaron al poder los votos de muchos barrios y ciudades dormitorio que se habían reclamado de izquierdas, pero que entendieron que había que desalojar al PSOE por casos de corrupción... que visto lo que está pasando en la derechona eran jugaditas de monopoly.
Las privatizaciones que han venido haciendo los de la gaviota desde que llegaron al poder van a terminar por convertirse en un calvario para los que los llevaron en volandas. Y luego tendrá que ser la izquierda la que resuelva sobre un desierto en el que no habrá nada, porque se lo habrán repartido. Materialmente, sí, materialmente.
Ahora, cuando se conocen mentiras, traiciones, espionajes entre aparentemente compañeros, es el momento de saber que cuando vieron su poder en entredicho no dudaron en comprar a dos diputados socialistas, a los que los medios de comunicación no investigaron, solamente cubrieron el expediente. El tamayazo es una de la ramificaciones del espionaje que ahora, al haberse quedado sin enemigo político, por extinción, ha de mantenerse en todo su apogeo para que los espías sigan ganando dinero, y para que los beneficiarios de cada dossier puedan disponer de munición contra quienes, poseedores de información también pagada, les pueden resultar incómodos.
Y a todo esto, el líder máximo es rehén de la lideresa, que está hasta las cejas de mierda política y está siendo sustentada (do ut des) por medios de comunicación afines en lo ideológico, y sobre todo afines en lo económico (más bien, deudores en lo económico).
Vale.
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