domingo, 2 de mayo de 2010

Privacidad

Días atrás recibió sepultura el último de los hermanos Izquierdo (Puerto Hurraco). A su entierro, solamente asistieron los enterradores y medios de comunicación. Todo un síntoma. Ningún familiar, ningún allegado. ¿Era noticia el entierro? ¿Estaban los medios de comunicación presentes para dar cumplida cuenta del entierro o esperaban la presencia de algún familiar, de alguien cercano a Izquierdo para convertirlo en la noticia? Me inclino por esta segunda posibilidad. La noticia fue la muerte, nada más. El resto, nada.

Los medios de comunicación, especialmente la televisión, ha convertido la privacidad en un espectáculo. Y no sólo la telebasura. En cualquier programa, en cualquier espacio, las personas son sometidas a un desnudo forzado de su intimidad. Los sentimientos, las emociones, forman parte del espectáculo. En realidad, del negocio.

Las redes sociales en internet serán el próximo paso. Son ya el siguiente escalón. Los negocios de búsqueda de relaciones personales son florecientes. La utilización de las redes con finalidades más propias de los programas de telebasura acabarán por anular, si no lo han hecho ya, los límites de la privacidad.

Los individuos estamos sometidos en la sociedad occidental a un bombardeo mediático para el que seguramente el cerebro no esté preparado: la capacidad de procesamiento racional del cerebro humano puede ser muy alta, pero la interrelación del pensamiento racional con el emocional todavía no se a adaptado. De ahí que, con motivo de cualquier catástrofe o cualquier situación emocional límite la reacción se convierta finalmente en parte del negocio. De quien capta imágenes y sonido y las vende (la televisión “en abierto” no es gratuita, aunque lo parezca) y de quien las consume.

Deberíamos ser capaces de discernir cuáles son los límites de la privacidad, cuáles son los límites de la intimidad que debemos preservar en nuestra relación con los medios de comunicación, incluida la red. La pertenencia a redes sociales, como Tuenti, Facebook, Sonico, son fuente de conflictos cuando se trata de menores. Pero con los adultos se puede estar produciendo un desarme de privacidad, de intimidad, que con el tiempo nos convertirá en seres transparentes, no por nuestros comportamientos sociales coherentes y correctos, sino, precisamente, por lo contrario, por habernos expuesto tanto que hayamos perdido la capacidad de ser nosotros mismos.

Cuando en las redes sociales, ya sea en los espacios públicos (en los “muros”), ya sea en las conversaciones privadas, establecemos conversaciones públicas o privadas en las que tengamos como horizonte nuestra privacidad, estaremos perdiendo capacidad de reacción, capacidad de sostener nuestra capacidad para controlar la necesaria interrelación entre pensamiento racional y pensamiento emocional.

Traspasar el muro entre razón y emoción debe ser algo que no podemos, ni siquiera, arriesgar.

Vale.

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