Hace unos días fue la lideresa del Partido Gurtelar en Madrid la que habló aquello de las “pitas, pitas” para referirse a Andalucía y Extremadura. Una lideresa que cobija en su gobierno a espías que espían a los propios (por cierto, ¿a qué espera el PSM para saber cuánto, cómo y cuándo llevan espiando a la oposición?), que cobija a los niñatos del grupo de Becerril, esos que financiaba Correa, una lideresa que lo es de un partido lleno de corruptos, no tiene capacidad moral para hablar de los demás. Las “pitas, pitas” son las gallinas de su corral.
Ayer, Durán y Lleida, conspicuo nacionalista catalán de derechas, el que abogó por eliminar el PER. Otro cuya ética es hética. Los nacionalistas catalanes, se ha dicho hoy en algún medio, recibían financiación a través de las cuentas del Liceo, ese que se quemó y que reconstruyó el Estado Central en tiempo récord. Vistas las cuentas, ¿para cuándo una investigación real que determine que el fuego fue intencionado o no?
Los burgueses catalanes, en cuyo seno se enquista el nacionalismo “democristiano” al que pertenece Durán y Lleida son los dignos o indignos herederos que como los burgueses de Neguri, financiaron el golpe de estado del general bajito y que recibieron como recompensa a sus desinteresada aportación las mayores inversiones industriales de la dictadura. Y cuando eso no fue suficiente, la dictadura les regaló el Plan de Estabilización de 1959, que deportó desde Extremadura y Andalucía la mano de obra que necesitaban. Hoy, con los parámetros con los que la ONU trabaja estos asuntos, aquel Plan de Estabilización habría sido considerado limpieza étnica. Desde Extremadura y Andalucía se llevaron a las provincias catalanas la mano de obra productora y reproductora.
Esta gente no está en condiciones, de modo alguno, de decir que se quite el PER. Es más, ni siquiera son quiénes para decir nada, ni bueno ni malo de Extremadura.
¡Ya está bien de gilipollas y gilipolleces!
Vale.
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