lunes, 22 de marzo de 2010

Política y economía

En un mismo día, el presidente Barack Obama consigue sacar adelante una reforma sanitaria en EEUU con un necesario coste económico que implica una subida de impuestos y la izquierda francesa derrota por un margen de 16 puntos a la derecha de Sarkozy.
La crisis económica que sigue instalada, con algunos países en puestos de salida de la misma (EEUU y Francia, mismamente), supone en el análisis político de la aprobación de la reforma sanitaria americana y de los resultados de las elecciones francesas una lectura que puede trasladarse a España (lo mismo que hacen, interesadamente, desde la derecha los medios de comunicación) y que no augura nada bueno para el PP, instalado no en una visión de reformas sociales y políticas, sino en una anquilosada política neocon y económica ultraliberal.
Mientras el PP aplaudía con las orejas los tímidos buenos resultados económicos americanos y franceses, para atacar con ellos al gobierno de Zapatero, Obama incidía en su reforma sanitaria, que supone un brutal crecimiento del gasto público (se calcula para los próximos años en unos 960 mil millones de dólares) que compensará con subida de impuestos, y Sarkozy se empeñaba en reformas económicas claramente ultraliberales.
Los resultados son evidentes: Obama saca adelante una reforma que permitirá a no menos de 32 millones de norteamericanos acceder por primera vez a un seguro médico y a todos los demás no perderlo (un 60% de las bancarrotas familiares estadounidenses tienen su causa en las facturas médicas). En Francia, la derrota de Sarkozy tiene su origen en que su política económica no ha atendido a las coberturas sociales, y si bien el número de parados es muy inferior al de España, la protección por desempleo no cubre las necesidades sociales, especialmente en los núcleos más castigados por la crisis.
Con estas situaciones, la deriva política de la derecha española (en realidad, extrema derecha) está guiada por un ultraliberalismo económico y el tremendismo verbal, cuando no tremendismo a secas, que lleva a que el presidente del PP se vea arrastrado por la correa tensa y cortita que le ata al cuello la lideresa de Madrid. Y, a su vez, a esta se le produzcan fugas como la del repeinado yerno de Fabra, que dice que se va a la empresa privada, pero que sin duda pasará de inmediato a formar parte del círculo de Mariano.
La extrema derecha, asentada en medios de comunicación ferozmente combativos contra el gobierno, no puede más que sujetar a sus votantes, pero está viendo cómo el discurso político anterior, el españolista, que le ha sido arrebatado por la populista Rosa Díez.
Mientras que el gobierno tiene márgenes de maniobra suficientes, como puede verse en el trabajo del grupo parlamentario dirigido por José Antonio Alonso y Eduardo Madina, el PP está cada vez más enrocado en sus propios desafíos internos, amparando por un lado al corrupto (¿presunto?) Camps y tratando de zafarse de las trampas de la lideresa, e intentando que la Audiencia Nacional no impute a Trillo por el Yak-42 o que Jaume Matas, que llegó a ser considerado delfín de Aznar, no se vea haciendo el paseíllo hasta la cárcel.
Vale.

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