Próximo a entrar en vigor el nuevo PGM de Cáceres, me gustaría plantear una reflexión ciudadana sobre urbanismo. Primero, que el urbanismo no es coto vedado de técnicos y juristas, es, debe ser, ante todo, ciudadanía. En la realidad, todos conocemos cuáles son las dificultades que nos encontramos cada día en nuestro caminar (o conducir) por la ciudad. Segundo, y es donde quiero incidir, que nada en el urbanismo es inocente, ni la primera línea sobre el plano. Ni siquiera la que un ciudadano cualquiera pudiera trazar.
Sobre el plano de la ciudad existente, cualquier nueva línea supone una modificación que tendrá consecuencias en el futuro. Dependerá de quién trace la línea, por dónde la trace, que sectores divida… Y ahí entran en juego intenciones e ideología.
El PGM que al final entrará en vigor plantea un futuro con unas 32.000 viviendas nuevas, que habrá que desarrollar a lo largo de los próximos diez o quince años (o más, si la realidad de un cambio de modelo socioeconómico comienza a implantarse). Es un modelo de crecimiento realmente masivo, pero menor que el documento de partida, que llegaba a las 65.000 viviendas sin un horizonte preciso.
La línea que sobre el plano habían trazado los técnicos de la redacción del PGM, encabezados por Porto Rey, se basaba en un concepto ideológico ultraliberal, propiciado por un gobierno de ultraliberales en lo económico y lo social e integristas y reaccionarios en todo lo demás. La Ley del Suelo de 1998, del gobierno Aznar, uno de cuyos redactores fue Porto Rey partía del supuesto de que todo el suelo que no estuviera expresamente protegido podía ser urbanizable. Así, la línea sobre el plano que determinaba un crecimiento fuera de toda razón no era nada inocente: buscaba que el negocio del suelo se perpetuara para mayor gloria de propietarios, muchos de ellos herederos de tierras ociosas que así verían colmados sus sueños de rentabilizarlas sin haber dado un palo al agua en su vida. Bueno, un palo no, un voto sí, a la derecha.
Ninguna línea en el plano es inocente, pero cuando esa línea se traza con el interés, el único interés económico, despreciando la sostenibilidad y el equilibrio social futuros, deja de ser inocente para convertirse en culpable.
Sobre el plano de la ciudad existente, cualquier nueva línea supone una modificación que tendrá consecuencias en el futuro. Dependerá de quién trace la línea, por dónde la trace, que sectores divida… Y ahí entran en juego intenciones e ideología.
El PGM que al final entrará en vigor plantea un futuro con unas 32.000 viviendas nuevas, que habrá que desarrollar a lo largo de los próximos diez o quince años (o más, si la realidad de un cambio de modelo socioeconómico comienza a implantarse). Es un modelo de crecimiento realmente masivo, pero menor que el documento de partida, que llegaba a las 65.000 viviendas sin un horizonte preciso.
La línea que sobre el plano habían trazado los técnicos de la redacción del PGM, encabezados por Porto Rey, se basaba en un concepto ideológico ultraliberal, propiciado por un gobierno de ultraliberales en lo económico y lo social e integristas y reaccionarios en todo lo demás. La Ley del Suelo de 1998, del gobierno Aznar, uno de cuyos redactores fue Porto Rey partía del supuesto de que todo el suelo que no estuviera expresamente protegido podía ser urbanizable. Así, la línea sobre el plano que determinaba un crecimiento fuera de toda razón no era nada inocente: buscaba que el negocio del suelo se perpetuara para mayor gloria de propietarios, muchos de ellos herederos de tierras ociosas que así verían colmados sus sueños de rentabilizarlas sin haber dado un palo al agua en su vida. Bueno, un palo no, un voto sí, a la derecha.
Ninguna línea en el plano es inocente, pero cuando esa línea se traza con el interés, el único interés económico, despreciando la sostenibilidad y el equilibrio social futuros, deja de ser inocente para convertirse en culpable.
Vale.
No hay comentarios:
Publicar un comentario