sábado, 28 de mayo de 2011

#quehaydelomio

El hasta o etiqueta que da nombre a esta entrada se verá seguramente, y se ha visto ya, también con seguridad, en twitter y otras redes sociales. Porque, pasadas las elecciones del 22 de mayo, y pasada una semana de análisis más o menos sesudos, más o menos acertados, se comienza a vislumbrar cómo será la nueva legislatura en CCAA y Ayuntamientos. Baste el ejemplo de Sevilla, donde se sustituirá el sectario nombre de Pilar Bardem en una de las calles de la capital andaluza para adjudicárselo al nada sectario Antonio Burgos.
Sobre los resultados electorales, una afirmación y una sensación. La afirmación: el pueblo, cuando vota, no se equivoca nunca. Una sensación: cada vez está más claro que el voto es una acumulación de frustraciones de los votantes, que reclaman, a cada paso, que su voto se utilice para lo que se prometió.
Hecha la afirmación y apuntada la sensación vayamos a la realidad. Y la realidad es que ahora, para los ganadores, comienza el calvario de responder cada vez que un ciudadano, un colectivo, una empresa, una entidad, un medio de comunicación le reclame aquello de ¿qué hay de lo mío?
Porque no hay que olvidar que el voto es individual y responde a la decisión de cada ciudadano, pero que cada ciudadano vive y ejerce sus actividades profesionales, lúdicas o familiares en entornos de afinidades que también influyen.
El ejemplo de los taxistas en Cáceres es el paradigma de ¿qué hay de lo mío? Fueron los últimos en aparecer en la escena pública con la candidata de la derecha, que les prometió que podrían pasar por la Plaza Mayor, concebida en proyecto y en ejecución para ser exclusivamente peatonal. Está claro que a dos días de las elecciones, si la candidata promete que podrán pasar por la Plaza Mayor, como los taxistas reclaman, no puede ser si no a cambio de que el colectivo la apoye, le dé su voto.
Hoy, ganadora de las elecciones, ya afirma que pagará la factura. Y que los taxistas podrán pasar por la Plaza Mayor. Lo que en proyecto y en esencia ha sido concebido para uso exclusivamente peatonal, dejará de serlo. Porque está claro que detrás de los taxistas irán las empresas de reparto de paquetería urgente, las empresas de distribución, el obispado con las iglesias dentro del casco viejo, los feligreses para llevar a sus familiares a directos de la BBC y similares… Y la Plaza Mayor, diseñada para ser peatonal, ejecutada para ser peatonal, dejará de serlo porque los apoyos hay que pagarlos.
Veremos, con el tiempo, maravillas a consecuencia del legítimo ¿qué hay de lo mío? Porque nadie dejará de pasar el platillo para recoger lo que sin duda ha sembrado. Ya los taxistas abren la brecha. Y abierta la espita, los gases inundarán la ciudad.
¿Qué hay de lo mío?
Vale.

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