Históricamente, en las democracias occidentales, se afirma que “la abstención siempre favorece a la derecha”. Y es cierto. Esto es así porque el voto universal (“un hombre, un voto”) es una conquista de las clases trabajadoras. Como lo fue la conquista del voto femenino por las mujeres. O lo que es lo mismo, frente al voto censitario (solamente podían votar los propietarios), está el voto universal. Los propietarios, los que estaban en el censo de propietarios, creen que la abstención les favorece. No solamente lo creen, sino que la promueven. Porque los no propietarios son, somos más. Y favorecer la abstención elimina contrincantes.
Campañas de desprestigio de la política como las que practican los medios neoconservadores o parafascistas en España, no tienen más destino que el de la desmovilización de la mayoría del electorado. Porque los propietarios (propietarios de la democracia, obviamente) sí acuden a votar, para salvaguardar sus derechos, su pertenencia al censo.
O campañas como la denominada #nolesvotes en las redes sociales, con claros instigadores, tienen como finalidad no la desmovilización general de los votantes, sino la desmovilización exclusivamente de las clases más desfavorecidas y, por su ámbito de desarrollo, de los jóvenes.
Creen los instigadores de la desmovilización que conseguir la abstención de grandes bolsas de población joven les favorece a corto plazo, pero su objetivo es a más largo plazo. El desprestigio de la política, del sistema democrático solamente favorece a los propietarios, de ahí que todos estén agrupados en torno a un partido político que se mueve más en términos de una sociedad mercantil que en términos del desarrollo social y democrático.
A los propietarios, a los que el derecho al voto les viene de herencia, de estar incluidos en el censo de propietarios, conseguir que quienes les arrebataron la capacidad de decidir renuncien, les motiva. Y en estos tiempos de crisis (que a ellos no les afecta) están tratando de alcanzar la renuncia total de las clases trabajadoras a intervenir en política.
Que el sistema de partidos no es perfecto, vale. Que la democracia, como decía Churchill, es el menos malo de los sistemas también. Pero renunciar a ejercer el derecho a decidir es una claudicación que los trabajadores, las clases medias no se pueden permitir. Y los jóvenes, menos.
Los jóvenes, los que más están sufriendo el azote de la crisis, tienen muchas opciones: echarse en brazos de la derecha censitaria y firmar su aniquilación política, renunciar a ejercer derechos democráticos y alcanzar la esclavitud económica, movilizarse en torno a colectivos reivindicativos o participar activamente en partidos democráticos de izquierdas para con su fuerza cambiarlos y llevarlos a que las conquistas sociales no pueden ser derrotadas.
No sirven el abandono, la renuncia o la claudicación, que es lo que buscan quienes se pregonan neoliberales y en realidad están tejiendo un sistema político y económico de perpetuación del voto censitario y la exclusión del voto de los asalariados, de los parados.
En España, la derecha económica, política y mediática no busca la ganancia en las urnas solamente, sino que está haciendo prisioneros a los colectivos más débiles, parados y jóvenes, para explotarlos en los nuevos campos de algodón.
Vale.
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