El debate social y político sobre la Disposición Adicional Segunda de la Ley de Econmía Sostenible, bautizada por los agnósticos de la red como Ley Sinde, ha dejado grandes cicatrices. La primera, sobre la que no me voy a extender ahora, es que para los más jóvenes ha quedado claro que todo lo que pueda ser susceptible de cargar y descargar de la red ha de ser gratis. Sin matices.
Ha dejado claro este debate que son muchos los defensores de la libertad de expresión para los que el trabajo creativo no tiene ni valor ni debe tener precio. Gratis total. Es decir, la libertad de expresión está por encima del derecho al trabajo de los creadores. ¿Crear, para qué?
Y esto me lleva a recordar que existe una cosa que se llama valor y otra que se llama precio, y que no son lo mismo.
Valor: “Cualidad de las cosas, en virtud de la cual se da por poseerlas cierta suma de dinero o equivalente.” (RAE, acepción 2).
Precio: “Valor pecuniario en que se estima algo.” (RAE, acepción 1).
Como se aprecia y como la gente no ignora, no es lo mismo valor que precio. Y el debate mediático,sin pies ni cabeza, con gentes aparentemente inteligentes arrastrando sus contradicciones como puede (incluso sin poder arrastrarlas), ha puesto de manifiesto, tras el triunfo de los detractores de la Ley Sinde, la gran importancia de la libertad de expresión, el valor absoluto de la libertad de expresión sobre cualquier otro. Pero ¿cuánto cuesta la libertad de expresión? O mejor: si la libertad de expresión es un valor, ¿cuál es su precio?
La cultura, como valor de una sociedad, ha quedado claro que no tiene precio: ha de ser gratis. La Ley Sinde lo ha aclarado todo. La cultura, como valor, debe ser gratis. La libertad de expresión, como valor, no puede ser objeto de precio alguno.
Veamos algún ejemplo.
Los toros. El parlamento de Cataluña aprueba la prohibición de los toros. En su contra, los españolistas consideran que esa prohibición es un motivo político para ir contra España. Y el argumento para “defender” los toros es decir que son cultura. Contradicciones evidentes: gentes de todo tipo, incluidos inteleStuales, afirman sin pudor que los toros son cultura. Pero los espectáculos culturales denominados toros cuestan un precio... y cada vez son menos, en toda España, los que pagan ese precio por ir a los toros. Los ven en televisión cuando son gratis. Corolario: si la cultura, como valor (en este caso, además, el valor de los toreros) requiere pagar un precio (en euros contantes y sonantes), ya no son tantos los que están dispuestos a pagarlo.
La Semana Santa. En las ciudades con tradición secular en procesiones, son miles de personas las que visitan las iglesias para ver los pasos antes de ser procesionados y asisten a los desfiles procesionales. Hay mucha gente que acude por interés religioso. Nada que objetar. Pero hay mucha gente, cada vez más, que creen que la Semana Santa es una manifestación cultural y visitan las iglesias para ver los pasos antes de ser procesionados y asisten a los desfiles procesionales. Claro, los pasos tienen un valor cultural y artístico y las procesiones, también, como coreografías y vestuarios. Si para visitar las iglesias en Semana Santa o ver los desfiles procesionales fuera preciso pasar por taquilla, serían muchos menos, pero muchos, los que renegarían del valor cultural de nazarenos y vírgenes Marías.
Estos dos ejemplos, y muchos más, demuestran que cuando la cultura se considera como lo que es, un valor de una sociedad hay cada vea menos gente, incluso entre quienes se autoproclaman inteleStuales, dispuesta a pagar un precio en euros.
Recuerdo una campaña publicitaria, creo que era de una compañía telefónica, Amena, que vendía libertad a cambio de comprar un móvil.
Si la libertad de expresión se consigue sin ningún esfuerzo, si el acceso a las creaciones de otros no requiere ninguna contraprestación que permita nuevas creaciones, ya no hay libertad de expresión, será otra cosa.
Y en medio de la polémica sobre la Ley Sinde, una empresa, el grupo Prisa (en manos de una compañía yanki de seguros) cierra un medio de comunicación, CNN+. Y la libertad de expresión, en este caso, no se resiente. Patético.
Vale.
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