domingo, 6 de junio de 2010

Tradición, costumbre, milicia

El Partido Gurtelar ha salido en tromba, incluidas las huestes mediáticas que jalean la corrupción que anida en Génova 13, con motivo de la aplicación en el pasado corpus de Toledo, del nuevo Reglamento de Honores Militares. Aplicación incompleta, pero aplicación de la norma legal.

Han sido dos los argumentos utilizados: uno, la tan cacareada pero falsa de toda falsedad de que la mayoría del pueblo español es católico. Si fuera así, los obispos no tendrían que recurrir a que un gobierno de rojos les cuadre los balances de las diócesis. Si fuera así, esa mayoría del pueblo español sería suficiente para financiar a la iglesia, aunque dudo que lo fuera para los lujos que se gastan sus reverendísimas.

El otro argumento, falaz y traicionero para el subsconsciente (en el caso Pegurtelero, inconsciente), es el de las tradiciones militares. Porque Mariano Camps y la señora de López del Hierro están apelando al subsconciente colectivo instalado en la memoria atávica de los españoles de ver a los militares acompañando bajo palio, junto con el nuncio y el primado, al general Bajito, están apelando a los libros de historia en los que se relata la tradición secular de la milicia hispana de protagonizar asonadas, bendecidas por la cúpula eclesial, de protagonizar golpes de estado, muchos cruentos.

Las tradiciones no crean ley. Ni las costumbres. Porque tradición y costumbre era arrojar una cabra desde el campanario y hoy nadie discute que el maltrato animal es una muestra de la crueldad humana. Porque tradición y costumbre ha sido en nuestra historia una asonada militar tras otra, quitar reyes y gobiernos, ponerlos a gusto o ponerse los rebeldes en la presidencia del gobierno o producir dictaduras o dictablandas. Y eso no está en las leyes.

Finalmente una reflexión que los políticos de la derecha, perdón, de la extrema derecha que forman el primer grupo de la oposición en el Congreso y el Senado: la propia confesión religiosa es un acto privado, así lo recoge la Constitución. Pero cuando la confesión religiosa se hace pública, y se hace público alarde ello, se está sujeto, como en todo a la crítica. Y si Mariano Camps es incapaz de salir de debajo de las sotanas de los obispos, malamente está capacitado ni para ser presidente de su escalera.

Vale.

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