Este pasado fin de semana del 6 de junio de 2010, el ex presidente del Gobierno José María Aznar, con atuendo descamisado, lanzó una serie de invectivas, preparadas con suficiente antelación, estudiadas ante el espejo y que, por ello, revelan una actitud que merece la pena ser analizada.
Hasta ahora, no he escuchado más que críticas muy generales con la actitud de Aznar, claramente imbricada en un complejo de inferioridad ideológica que le produce un comportamiento propio de resentidos.
De todos los “argumentos” esgrimidos por el sujeto en cuestión, me llama poderosamente la atención que dijera, mirando de perfil, con ese gesto mal encarado, que le está pudriendo poco a poco, que España es un “Estado políticamente inviable”.
En la analítica política, esa frase, pensada, repensada, no merece otro calificativo que el de golpista, de golpismo fascista. No entiendo cómo los analistas políticos que cuestionan las opiniones de Aznar se hayan centrado en “el conjunto” y no hayan visto el árbol, ese árbol que demuestra que ese fulano que gobernó ocho años España no tiene convicciones democráticas, que no cree en la Constitución sobre la que juró su cargo de presidente del Gobierno.
Podrán hacerse críticas a la política económica del actual Gobierno, todas, podrán echarse pestes del presidente Zapatero, todas, pero lo que no es de recibo es que quien ha gobernado con la Constitución de 1978 afirme, sin rubor y sin que nadie le llame la atención, que España es un “Estado políticamente inviable”.
La catadura política de Aznar, llamando abiertamente al golpismo fascista, quedó demostrada con sus palabras.
Solamente un detalle: ¿comparte Mariano Rajoy, alias Mariano Camps, la posición de Aznar de que España es un “Estado políticamente inviable”?
Hasta ahora, no he escuchado más que críticas muy generales con la actitud de Aznar, claramente imbricada en un complejo de inferioridad ideológica que le produce un comportamiento propio de resentidos.
De todos los “argumentos” esgrimidos por el sujeto en cuestión, me llama poderosamente la atención que dijera, mirando de perfil, con ese gesto mal encarado, que le está pudriendo poco a poco, que España es un “Estado políticamente inviable”.
En la analítica política, esa frase, pensada, repensada, no merece otro calificativo que el de golpista, de golpismo fascista. No entiendo cómo los analistas políticos que cuestionan las opiniones de Aznar se hayan centrado en “el conjunto” y no hayan visto el árbol, ese árbol que demuestra que ese fulano que gobernó ocho años España no tiene convicciones democráticas, que no cree en la Constitución sobre la que juró su cargo de presidente del Gobierno.
Podrán hacerse críticas a la política económica del actual Gobierno, todas, podrán echarse pestes del presidente Zapatero, todas, pero lo que no es de recibo es que quien ha gobernado con la Constitución de 1978 afirme, sin rubor y sin que nadie le llame la atención, que España es un “Estado políticamente inviable”.
La catadura política de Aznar, llamando abiertamente al golpismo fascista, quedó demostrada con sus palabras.
Solamente un detalle: ¿comparte Mariano Rajoy, alias Mariano Camps, la posición de Aznar de que España es un “Estado políticamente inviable”?
Vale.
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