Iba a comenzar esta entrada diciendo lo que pienso de gran parte de los vecinos de Cáceres, del cainismo de un pueblo que no consigue ser ciudad porque sus habitantes prefieren degollarse entre ellos, arrumbar al que sobresale, antes de asumir que los otros pueden ser mejores que él.
Sin embargo, después de asistir a la rueda de prensa en la que el club ha comunicado oficialmente el cese de Piti Hurtado como entrenador del Cáceres 2016 Basket, y, sobre todo, después de escuchar las palabras del cesado y ver cómo una sala para una rueda de prensa estaba llena de amigos, de gente que le quiere de verdad y que confía en su capacidad, creo que lo mejor es agradecer a Piti Hurtado su trabajo porque Cáceres tenga baloncesto de alto nivel, su trabajo para por un momento creyéramos que ya éramos una ciudad, que ya podríamos presumir de que nuestros vecinos, nuestros conciudadanos merecen nuestro aplauso y nuestro respeto.
Hoy, Piti Hurtado ha dado una lección magistral de baloncesto: ha atacado con precisión de cirujano, para que la defensa del rival (el cainita) no sienta dolor, ha defendido (¡defensa, defensa!) confiando en sus amigos, que estaban allí apludiéndole, emocionados.
Ha sabido agradecer a quien debía hacerlo (señalo sólo dos agradecimientos: a Paco Hurtado y a las "gentes" de Iniexsa, donde comenzó a trabajar en el proyecto, en las oficinas de esa empresa porque no tenían dónde hacerlo), y ha olvidado, con elegancia, a todos aquellos que le han atacado de modo inmisericorde.
Piti Hurtado solamente ha cometido un pecado: es uno de los nuestros. Y a los nuestros no se les perdona.
Vale.
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