Después del lamentable espectáculo servido a lo largo de la legislatura por los magistrados del Tribunal Constitucional, ahora se hacen los dignos.
Después de no tener capacidad de acuerdo, de diálogo, que en quienes ostentan el mayor rango jurídico constitucional debería ser un rasgo ordinario, ahora se hacen los dignos.
Después de no tener agallas ni valor como hombres y mujeres para soportar y acallar los ataques a su "dignidad" personal y profesional que la extrema derecha, incluido el Partido Popular que la representa, les han propinado durante la legislatura, ahora se hacen los dignos.
Después de no ser capaces de defender la dignidad del Tribunal para el que han sido elegidos, ahora se hacen los dignos.
Cuando el Fiscal General muestra su desacuerdo con la absolución de los estafadores Alberto Cortina y Alberto Alcocer (son estafadores, aunque el delito, según los "dignos" magistrados del Constitucional haya prescrito), y dice en voz alta que los estafados, las víctimas, quedan indefensos, ahora se vuelven dignos.
Los magistrados del Constitucional que, todos a la una, firman un escrito dirigido al Presidente del Gobierno quejándose de la crítica del Fiscal General, debieron, muchas veces en la legislatura, haber hecho acopio de la dignidad de la que, con su carta, ahora dicen tener, para que el Tribunal Constitucional no hubiera sido, como ha sido, una cancha de ambiciones personales, de bajezas políticas.
Ninguno de los doce magistrados que firman la carta de queja tienen la dignidad, la mínima dignidad para seguir en sus cargos. Seguramente, la excedencia les permitiría abrir prestigiosos bufetes en los que nos les faltarán clientes como los Albertos y podrán tapar con dictámenes, informes y dossieres las vergüenzas que hoy les han quedado al aire.
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