jueves, 10 de enero de 2013

Industria cultural y provincias



El diario El País publica un extenso informe sobre la caída de la “producción” de la industria de la cultura en España como consecuencia de la situación general de crisis económica, agravada por la decisión del gobierno del Partido Popular de aplicar a la cultura un IVA del 21% (http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/01/09/actualidad/1357761659_022842.html

Hacia final del año 2012, el “mundo de la cultura” en Cáceres se vio sacudido por la decisión de Caja de Extremadura de retirarse con sus fondos de Obra Social del apoyo y patrocinio de actividades culturales, comenzando por su salida del Consorcio Gran Teatro, responsable, entre otros acontecimientos, del WOMAD. El presidente del Ateneo de Cáceres, Esteban Cortijo, señalaba este abandono de la entidad de ahorro y de las consecuencias que podría tener en un artículo publicado en un periódico local. 

La situación general a que se refiere El País incide, si cabe, aún más en la situación en la que las actividades culturales habían quedado en Cáceres. Muchos de los artistas, gestores, animadores socioculturales, la mayoría, casi, han quedado como las tortugas cuando se les da la vuelta sobre su caparazón y son incapaces de retornar a su posición normal en mucho tiempo para continuar su camino. 

El páramo cultural se extiendes, la desertización avanza y en ciudades como Cáceres quedaremos huérfanos, viendo en los “medios” de comunicación que las referencias culturales son las procesiones de semana santa y las cofradías. Y poco, muy poco más. 

A ello hay que añadir el lastre que supone en una pequeña capital de provincia que “los artistas” viven encerrados en su mundos, en sus mundos particulares, que hasta hace poco eran los de Yupi y que ahora son mundos inertes, tristes (más todavía) y sin futuro. 

Esos mundos de Yupi que en los últimos años han servido para que algunos, arropados en una especie de sociedad de socorros mutuos, en una camarillas tan secretas como estériles, parecieran asemejarse a artistas y creadores pero que con la ausencia de fluido monetario, escaso pero seguro, se llamaban creadores y ahora, cuando ya no se atisba ni un hilillo de ese fluido, adormecen su espíritu creador, acosados por una parálisis imaginativa superlativa y esperan, como las tortugas, que una cuenta corriente amiga les dé la vuelta y les recuerden que son creadores. De nada, pero creadores. 

Siempre ha sido un tópico en España, en la vieja España, que la miseria ha sido el origen de las más altas cumbres creadoras. Un tópico. La miseria, en cultura, solamente produce más miseria. 

Las capillitas locales, esas camarillas que pululan en torno a un “animador sociocultural”, sea blanco o negro, pero agraciado o agraciada con un presupuesto público, se han escondido, agazapadas, esperando que algún político con mando en plaza mueva un dedo. Entonces, saldrán de sus madrigueras, como hienas (esos animales que comen carroña, están en celo sólo una vez al año y encima se ríen, no se sabe por qué) para despedazar las dádivas y a quienes se acerquen a ellas. 

Mientras, la cultura que veamos o que nos quieran hacer ver será aquella que salga de las sacristías y cenáculos similares. 

Vale.

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