La necesidad de agua potable para los ciudadanos de Barcelona ha llevado al Gobierno a plantear una actuación de emergencia que consiste en prolongar la captación de aguas para regadíos del Ebro en la provincia de Tarragona para llevarla a la capital catalana.
Este hecho ha desatado las insaciables ansias demagógicas de los dirigentes de la derecha en las comunidades de Valencia y Murcia. Y son ansias demagógicas porque, entre otras cuestiones, desconocen la historia, porque les interesa desconocerla, les conviene ocultarlas.
En primer lugar, al día de la fecha no existen problemas de abastecimiento para consumo humano en ningun de las provincias de Valencia ni en Murcia. Por tanto, no necesitan el agua para beber.
En segundo lugar, pretenden pepeturar el negocio agro-turístico, y es sencillamente canallesco que se pretenda llevar agua, por ejemplo, a las macrourbanizaciones de Polaris World cuando sus directivos están siendo investigados y en algún caso imputados por corrupción urbanística.
Pero lo más grave de todo es que esas zonas están chupando el agua del Tajo por una decisión adoptada en la dictadura para el mejor negocio de los grandes propiestarios de explotaciones hortofrutícolas.
Cuando la dictadura del General Bajito decidió el trasvase, los padres de los actuales gobernantes autonómicos aplaudieron con las orjas, y las compensaciones que se prometieron para las provincias de la cuenca del Tajo nunca se cumplieron. Y además, mandaron, en un alarde de finessa a un militar fascista de Gobernador Civil a la provincia de Cáceres.
Las compensaciones nunca se cumplieron, y ahora, los valencianos y murcianos, cuando ya saben que del Tajo no pueden sacar más, piden, reclaman, exigen, el agua del Ebro.
Eso sí, para los campos de golf de Fabra, o para los pelotazos urbanísticos de alcaldes del PP, o para derrochar agua a mansalva en casa Rita.
Insaciables: los hijos de los franquistas de Valencia son ahora los peperos que quieren más y más agua.
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