Uno de los indicadores
más claros de la mortecina, agonizante situación de la ciudad de
Cáceres la encontrarmos cuando queremos unir dos conceptos: juventud
y cultura. El resultado de la suma es 0. O algo menos que 0. La
realidad de una juventud sin perspectivas laborales y sociales,
aborregada por los intereses de una burguesía que quiere perpetuarse
en el poder, se observa en la ausencia total de iniciativas, públicas
o privadas. Una ciudad sin pulso cultural y sin juventud está
condenada a la pobreza de futuro, a la carencia total de porvenir.
Si nos fijamos en los
“espectáculos” que se realizan, dirigidos a los jóvenes, casi
todos ellos en el reciento hípico, adonde la derecha desplazó el
botellón y construyó unos abominables embarcaderos de ganado para
los autobuses urbanos, siempre están “patrocinados”, cuando no
organizados directamente, por empresas de bebidas alcohólicas.
Con una burguesía que ha
abdicado de cualquier capacidad de dirigir la política de la ciudad,
de dirigir con liderazgo el futuro de la ciudad, es imposible pensar
que el eslabón más débil, los jóvenes, tengan ningún referente,
ninguna posibilidad de desarrollar sus capacidades y su creatividad.
La juventud creativa,
activa, comprometida es el mayor peligro que unos viejos políticos,
que defienden unos viejos dogmas, tienen enfrente. Por eso, no pueden
permitir que esa juventud disgponda de unos mínimos medios
necesarios.
En este repaso a los
cadáveres voluminosos que son edificios públicos cerrados por falta
de uso, nos encontramos con uno especialmente sangrante. El antiguo
Molino de Aceite de la Riber del Marco.
Obtenido para la ciudad
en el desarrollo del Sector de Suelo Urbanizable No Programado
SUNP-8, en 2004 (aunque todavía en 2008 no figuraba en los listados
del inventario de patrimonio municipal), su recuperación se pudo
llevar a cabo por un convenio entre el Ayuntamiento de la ciudad,
dirigido por Carmen Heras, y el Instituto de la Juventud de España,
presidido por Leire Iglesias.
El viejo molino, cuya
torre se yergue distintiva de todo un barrio, Espíritu Santo, y
cabecera de la Ribera del Marco, se encuentra terminado, con una
reciente adjudicación (¿o no?) del mobiliario necesario para su
puesta en funcionamiento... Pero he aquí el problema.
Una edificación que,
cuando pueda visitarse resultará atractiva y novedosa, sorprendente
para quienes conocieron el molino, está diseñada para que los
jóvenes puedan desarrollar su creatividad, poner en marcha sus
iniciativas... Una edificación que, seguramente, por la estructura
recuperada y por la disposición de los volúmenes interiores
planteará alguna dificultad... que los propios jóvenes sabrán, sin
ninguna duda, resolver.
Es penoso que el equipo
de gobierno del Partido Popular, ensimismado en unas cuentas que no
son capaces de ordenar (no hay que olvidar que, disponiendo de
mayoría absoluta, prepararon un plan económico que su propio
partido rechazó en Madrid), amortajado por los hábitos de los
cofrades, escondidos bajos los refajos de los antiguos grupos de
coros y danzas, es penoso verlos vagar sin saber que hacer con un
edificio preparado y destinada para la creación joven.
Pasear por la Ribera, y
llegar al molino, desanima al verlo nuevo y viejo, nuevo y vacío,
nuevo y sin alma. Pasear desde el molino hacia Concejo, por la Ribera
que abrazó a la ciudad, desanima porque parece que se sale de un
cementerio blanco y se va llegando a la fachada Este de la ciudad, la
“más fea”, pero la más hermosa porque ella es el origen de la
ciudad.
Una ciudad mortecina,
agonizante, incapaz de abrir una puerta del Espacio para la Creación
Joven y que sean los jóvenes los que devuelvan su música, sus
pinturas, sus creaciones, sus ideas. ¡Ah, las ideas! ¡Qué peligro!
Sobre todo cuando todo ello junto sería cultura.
Vale.
No hay comentarios:
Publicar un comentario