Mientras el actual equipo
de gobierno se afana en dar uso a inmuebles que se ha encontrado
terminados y listos (Embarcadero, Garaje 2.0), aunque sea
incumpliendo de modo flagrante las condiciones con las que se
financiaron las obras de rehabilitación, otros inmuebles municipales
continúan sin tener uso, sin que los concejales del PP sepan qué
hacer con ellos. La gestión no es solamente abrir una puerta y
encontrarse todo hecho. Es hacer la puerta y todo lo que hay detrás
de ella.
Además, en una capital
de provincias que no alcanza los 100.000 habitantes, los modos de
producción, las relaciones sociales y comerciales se anclan en un
pasado que no volverá pero que ata y atenaza a los pequeños
burgueses locales. La crisis económica, por otra parte, echa encima
de esa burguesía inmovilista un aceite hirviendo que forma una salsa
política que impide cualquier innovación. El tradicional pequeño
comercio languidece, cierra sus puertas... y los nuevos modos de
comercio se imponen cerrando comercios, locales y expulsando de sus
contornos a aquellos que tradicionalmente tenían su modo de vida en
la relación casi confesional con el cliente. Hoy, el cliente acude a
templos mayores, más atractivos, coloridos, luminosos, a los nuevos
templos. Cuando hay dinero, claro.
El Mercado de Abastos de
Cáceres, que tuvo su ubicación anexa al propio Ayuntamiento, donde
hoy aparece el vacío del Foro de los Balbos (inaudito que el Foro,
la plaza, el ágora de una ciudad amurallada esté situado fuera de
la muralla), pasó a ocupar el solar dejado por el Seminario de
Galarza, un edificio que hasta 1960 era Monumento Nacional, pero que
fue demolido por la furia fachadista desatada por un alcalde
franquista al que la derecha local, esa misma medioburguesía que
inunda todos los centros de poder locales, sigue prestando adoración.
El crecimiento urbano dispersó lo que era el casi medieval mercado
de abastos, dando lugar a dos espacios, uno en la calle Ronda del
Carmen, que aún funciona a duras penas, y uno de nueva construcción
situado en la Avenida de la Bondad y que se construyó orientado para
cubrir necesidades de nuevos barrios de expansión.
El mercado de la Bondad languideció, y actualmente se encuentra vacío, sin uso. Y sin que
el Partido Popular que gobierna el Ayuntamiento tenga la más remota
idea de qué hacer con él. Salvo los garajes de fondo, de acceso
independiente, donde se guardan algunos vehículos de turismo
municipales
La conformación externa
del edificio, de aparente fragilidad, plantea múltiples opciones de
uso. Por un lado, los locales comerciales de la fachada principal a
la calle Méjico, permiten destinarlos a usos abiertos,
individualizados, formando unidades específica, de pequeño tamaño
(entre 80 y 100 m2 construidos).
La distribución
interior, con una planta semisótano que estaban destinados, cuando
era Mercado, a salas frigoríficas y almacenes, áreas de limpieza de
equipos e instrumentos, con espacios amplios, solados duraderos para
aquel uso. Dispone de acometidas eléctricas y de suministro de agua
que han estado en uso hasta fechas recientes.
La planta semisótano
dispone de ventilación exterior por ventanales que dan a las
traseras, al parque situado frente a la Barriada de las Trescientas,
entre la Av. De la Bondad y la guardería infantil Payaso Fofó.
Otras ventanas se abren hacia el campo de fútbol de tierra
denominado de Las 232 viviendas. Desde esta planta, con una escalera
de caracol situada en el centro geométrico del espacio, se accede a
la planta superior, donde se encontraban ubicados los puestos del
mercado, los puestos de carnes, pescados, frutas y verduras.
A la planta de puestos, a
la planta de atención al público se accedía desde la calle Méjico
por dos rampas, amplias, muy accesibles, cubiertas, que permitían
una cómoda afluencia de público... hasta que ese público encontró
otras formas de abastecerse. Estas rampas, junto con la forma
poligonal de la planta son los elementos distintivos de la
arquitectura del edificio.
Interiormente, sin
embargo, el inmueble dispone de un elemento singular, la rampa de
acceso desde el semisótano hasta la planta de puestos de mercado,
desde los almacenes hasta los puntos de venta. Una rampa en varios
niveles, con suaves pendientes, por las que los asentadores movían
las mercancias con carros. Esta rampa da al edificio una singularidad
que debería ser aprovechada.
Que el Ayuntamiento de
Cáceres no tenga ni la más remota idea de cuál podría ser el uso
del edificio, no sepa destinarlo a ninguna utilidad pública, social
o cultura es el ejemplo práctico de dos cosas. Por un lado, de la
incapacidad de los regidores municipales, atenazados por una
parálisis que justifican en la crisis financiera pero que es el
exponente de la incompetencia de gobierno. Por otro, el abandono de
los inmuebles de titularidad municipal puede derivar en su ruina
física y determinar que quienes son responsables de esa ruina estén
en la antesala de la malversación de fondos públicos por la
negligencia, inobservancia y dejación de obligaciones.
Vale.
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