domingo, 9 de septiembre de 2012

Cáceres, cerrado por falta de uso (V)



Mientras el actual equipo de gobierno se afana en dar uso a inmuebles que se ha encontrado terminados y listos (Embarcadero, Garaje 2.0), aunque sea incumpliendo de modo flagrante las condiciones con las que se financiaron las obras de rehabilitación, otros inmuebles municipales continúan sin tener uso, sin que los concejales del PP sepan qué hacer con ellos. La gestión no es solamente abrir una puerta y encontrarse todo hecho. Es hacer la puerta y todo lo que hay detrás de ella.
Además, en una capital de provincias que no alcanza los 100.000 habitantes, los modos de producción, las relaciones sociales y comerciales se anclan en un pasado que no volverá pero que ata y atenaza a los pequeños burgueses locales. La crisis económica, por otra parte, echa encima de esa burguesía inmovilista un aceite hirviendo que forma una salsa política que impide cualquier innovación. El tradicional pequeño comercio languidece, cierra sus puertas... y los nuevos modos de comercio se imponen cerrando comercios, locales y expulsando de sus contornos a aquellos que tradicionalmente tenían su modo de vida en la relación casi confesional con el cliente. Hoy, el cliente acude a templos mayores, más atractivos, coloridos, luminosos, a los nuevos templos. Cuando hay dinero, claro.
El Mercado de Abastos de Cáceres, que tuvo su ubicación anexa al propio Ayuntamiento, donde hoy aparece el vacío del Foro de los Balbos (inaudito que el Foro, la plaza, el ágora de una ciudad amurallada esté situado fuera de la muralla), pasó a ocupar el solar dejado por el Seminario de Galarza, un edificio que hasta 1960 era Monumento Nacional, pero que fue demolido por la furia fachadista desatada por un alcalde franquista al que la derecha local, esa misma medioburguesía que inunda todos los centros de poder locales, sigue prestando adoración. El crecimiento urbano dispersó lo que era el casi medieval mercado de abastos, dando lugar a dos espacios, uno en la calle Ronda del Carmen, que aún funciona a duras penas, y uno de nueva construcción situado en la Avenida de la Bondad y que se construyó orientado para cubrir necesidades de nuevos barrios de expansión.

El mercado de la Bondad languideció, y actualmente se encuentra vacío, sin uso. Y sin que el Partido Popular que gobierna el Ayuntamiento tenga la más remota idea de qué hacer con él. Salvo los garajes de fondo, de acceso independiente, donde se guardan algunos vehículos de turismo municipales
La conformación externa del edificio, de aparente fragilidad, plantea múltiples opciones de uso. Por un lado, los locales comerciales de la fachada principal a la calle Méjico, permiten destinarlos a usos abiertos, individualizados, formando unidades específica, de pequeño tamaño (entre 80 y 100 m2 construidos).
La distribución interior, con una planta semisótano que estaban destinados, cuando era Mercado, a salas frigoríficas y almacenes, áreas de limpieza de equipos e instrumentos, con espacios amplios, solados duraderos para aquel uso. Dispone de acometidas eléctricas y de suministro de agua que han estado en uso hasta fechas recientes.
La planta semisótano dispone de ventilación exterior por ventanales que dan a las traseras, al parque situado frente a la Barriada de las Trescientas, entre la Av. De la Bondad y la guardería infantil Payaso Fofó. Otras ventanas se abren hacia el campo de fútbol de tierra denominado de Las 232 viviendas. Desde esta planta, con una escalera de caracol situada en el centro geométrico del espacio, se accede a la planta superior, donde se encontraban ubicados los puestos del mercado, los puestos de carnes, pescados, frutas y verduras.
A la planta de puestos, a la planta de atención al público se accedía desde la calle Méjico por dos rampas, amplias, muy accesibles, cubiertas, que permitían una cómoda afluencia de público... hasta que ese público encontró otras formas de abastecerse. Estas rampas, junto con la forma poligonal de la planta son los elementos distintivos de la arquitectura del edificio.
Interiormente, sin embargo, el inmueble dispone de un elemento singular, la rampa de acceso desde el semisótano hasta la planta de puestos de mercado, desde los almacenes hasta los puntos de venta. Una rampa en varios niveles, con suaves pendientes, por las que los asentadores movían las mercancias con carros. Esta rampa da al edificio una singularidad que debería ser aprovechada.

Que el Ayuntamiento de Cáceres no tenga ni la más remota idea de cuál podría ser el uso del edificio, no sepa destinarlo a ninguna utilidad pública, social o cultura es el ejemplo práctico de dos cosas. Por un lado, de la incapacidad de los regidores municipales, atenazados por una parálisis que justifican en la crisis financiera pero que es el exponente de la incompetencia de gobierno. Por otro, el abandono de los inmuebles de titularidad municipal puede derivar en su ruina física y determinar que quienes son responsables de esa ruina estén en la antesala de la malversación de fondos públicos por la negligencia, inobservancia y dejación de obligaciones.
Vale.

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