Cuando un columnista de un periódico se equivoca al establecer su opinión o al elegir modelos o comparaciones, es el columnista el responsable. Cuando ese columnista es reiteradamente provocador en sus elecciones (v. gr. Sostres), el responsable pasa a ser el director. En ambos supuestos, no deja de ser una elección individual y una responsabilidad limitada al individuo.
En cambio, cuando es el director del medio el que se equivoca al elegir un titular o al publicar su opinión (por muy personal que sea) o al establecer modelos o comparaciones desde su visión personal de las cosas, no deja de ser la elección del medio, responsabilidad del medio. Y se sitúa al medio en el centro de las malas elecciones.
Del mismo modo, desde un blog colgado en la red, las opiniones, elecciones o comparaciones siempre son la expresión del bloguero, del autor y confiere al blog un determinado estigma, que será positivo, negativo o neutro en función de la opinión de quien accede a él.
En un determinado medio de comunicación regional viene siendo habitual, especialmente desde finales de 2010, llamativamente desde finales de 2010 un alineamiento esencial, simbiótico, entre la política que desarrolla el Partido Popular y la antiguamente llamada línea editorial de dicho medio. La línea editorial se ha sustituido por “posicionamiento estratégico” y a los lectores por clientes, por target.
Hoy, sin embargo, ese posicionamiento incurre, a mi juicio, en la mala elección del modelo, del ejemplo, y en la inadecuada elección de los conceptos sobre los que establecer la opinión.
El modelo mal elegido es el del economista. ¿Con la que está cayendo, elegir como “autoridad de referencia” a un economista? Ya se sabe que los economistas, en estos tiempos, son los profetas del pasado y, cuando están en los gobiernos, son los enfermeros que aplican las primeras curas para reducir daños. Pero un economista, hoy, no es un ejemplo de autoridad. Seguirá siendo muy buena gente, tendrá una gran formación académica, pero la paridad del euro y la deuda griega no están en los libros que plantean modelos a seguir. Están en las páginas de sucesos.
La opinión mal elegida es la de la guerra. La de mandar al gobierno de José Antonio Monago a la guerra, una vez seleccionados los valientes consejeros y elegidos los capitanes de infantería. Previene el periodista sobre traiciones y obstáculos en el camino, sobre francotiradores (en su concepto traicionero), sobre todos, sobre espías, sobre la guerra de guerrillas, invento tan español. Olvida el periodista que no se trata en ningún caso de un enfrentamiento bélico, sino de toma de decisiones políticas que corresponden al gobierno, y crítica y propuestas que corresponden a la oposición. Y el arma es la palabra.
El lenguaje es más propio de la Enciclopedia Álvarez en sus biografías o de los libros “de política” de la editorial Juventud de los años 60. En el lenguaje militar actual no existe la guerra de guerrillas, existen los conflictos asimétricos.
También olvida el periodista, en su metáfora (no creo que sea metáfora, más bien en su arenga) que en las guerras, la primera víctima es la verdad. Aplíquese el cuento.
Los francotiradores, en los ejércitos modernos, no son traidores, son especialistas y suelen ser los mejores. A todos los cuerpos armados les gusta tener entre sus miembros a los mejores especialistas, a los mejores francotiradores.
Los topos, en los servicios de información más modernos y actualizados, son servidores públicos que se juegan la vida a diario infiltrados en filas enemigas.
Los espías, la élite de los servicios de información de cualquier país, solamente tienen un problema: no pueden ser reconocidos, o no se los quiere reconocer. Baste recordar cómo el gobierno de Aznar (lo siento, pero el ejemplo elegido por el periodista me hacer ponerlo delante del espejo) no quería reconocer a los miembros del CNI abatidos en una misión en Irak su condición de militares y quiso hacer el funeral casi de incógnito.
El arsenal y el armamento de un ejército regular (del gobierno) corresponde decidirlo al mando. Y si cuando el mando llega se encuentra el arsenal vacío, le corresponder dictar las órdenes oportunas para llenarlo. Pero el arsenal no está ni vacío ni desmantelado. Decir lo contrario es, como en las guerras, hacer la primera víctima: la verdad.
Es lamentable que para alentar a los amigos que ahora nos gobiernan, el ejemplo, en vez de la palabra, de las ideas, de las ideologías, sean un símil tan poco edificante en una sociedad democrática. Y un símil al que le faltan muchos de los elementos que, en los conceptos modernos de la guerra aparecen en los llamados conflictos asimétricos. Recomiendo lecturas, incluso algunas con las que ideológicamente no estoy de acuerdo: Revista Atenea, Real Instituto Elcano, Publicaciones del CESEDEN, el blog de Luis Solana, http://www.luissolana.com/...
Y sobre todo, y quizás volviendo a conceptos antiguos, pero reales de guerras, echo en falta en el artículo del director del BOPP un encendido elogio de los héroes, de los colaboracionistas, que, como en todas las guerras, serán víctimas tanto de sus protectores como de los que luchan contra ellos. En Iraq o en Afganistán, como ejemplos actuales de lo que es un conflicto asimétrico, la mayor parte de las víctimas de los ataques de los llamados insurgentes (en el lenguaje del artículo, serían avezados y heroicos guerrilleros como Luis Candelas) son gentes que quieren incorporarse a los nuevos ejércitos que adiestran tropas internacionales: los atacan por colaboracionistas.
Pero los colaboracionistas del general Monago, sus valientes consejeros y sus intrépidos capitanes de infantería no son ni siquiera citados en el panegírico: esos colaboracionistas son ya la segunda víctima de la guerra. La primera, no se olvide, la verdad.
No, no se trata de ninguna guerra, ni de guerrillas ni conflictos asimétricos ni capitanes de infantería. Es la democracia, el debate político sobre ideas e ideologías. Pero cuando uno de los debatientes ya ha renunciado a las ideologías, su camino no puede ser otro.
La arenga militar en tonos de heroicidades a quienes van a estar sentados en un despacho confortable no es de recibo en una democracia. Si lo que se pretende desde la trinchera del medio de comunicación es advertir que otros (no el medio) los convertirá en centro de críticas y reproches por sus acciones u omisiones, por sus hechos, no creo que hiciera falta... a salvo, claro, de estar ofreciendo el abrigo de la trinchera, tan confortable como el despacho.
Vale.
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