jueves, 11 de noviembre de 2010

Sahara (II)

Los acontecimientos recientes en el Sahara Occidental, recientes y de ahora mismo, me llevaron a un primer post sobre el asunto, para situar las responsabilidades políticas actuales de España para con lo que fue una provincia española. Responsabilidades que nacen del abandono vergonzoso y cobarde que la dictadura franquista llevó a cabo y que hoy solamente son exigibles al Partido Popular heredero político, económico y sociológico del franquismo.
Sin embargo, conviene hacer alguna reflexión más sobre lo que está ocurriendo ahora mismo en el entorno de El Aiun y sus implicaciones y posibles consecuencias.
De modo inmediato, no cabe duda que hay que exigir a Marruecos, a la dictadura marroquí que termine con la represión.
También, no obstante, hay que analizar la situación geopolítica y las posibles consecuencias de cualquier resultado futuro. Partiendo de la base de la necesaria autodeterminación del Sahara, para convertirse en la República Saharaui Democrática, habrá que evaluar cuál sería el precio en función de cómo se llegara a esa autodeterminación.
No cabe duda de que quienes piden esta autodeterminación, desde los países occidentales, comenzando por España, están dispuestos a asumir que podrían (y lo pongo claramente en condicional, para que se entienda bien) producirse algunos efectos no deseados.
Marruecos es una dictadura militar y, sobre todo, una dictadura religiosa, encarnada en el rey, que es el jefe del Islam. Marruecos es un reino islamista moderado, en cuyo territorio se han producido en los últimos años algunos graves atentados, entre ellos el que costó la vida a ciudadanos españoles. La consecución del sueño saharaui de la autodeterminación podría entenderse en el mundo islámico como una derrota del islamismo moderado que representa el rey Abdalá y provocar una reacción interna entre los islamistas más radicales y un apoyo exterior, de las diversas facciones de Al-Qaeda que operan en varias zonas subsaharianas y en el resto del Magreb.
No hay que olvidar que se cumplen ahora 35 años de la Marcha Verde, organizada por el padre del actual rey marroquí y que culminó con el abandono del pueblo saharaui por la dictadura franquista, y tampoco hay que olvidar que las dictaduras, y la marroquí no es una excepción, necesita “enemigos”, reales o inventados, objetivos reales o inventados (Ceuta y Melilla, algunas veces, de modo testimonial), para reafirmarse y rearmarse interiormente.
En el caso de Marruecos, la necesidad de retroalimentarse de la dictadura tiene, en estos momentos, un componente externo real, y es la creciente influencia del islamismo radical en el Mgreba y en zonas subsaharianas en las que los mensajes maximalistas de Al Qaeda tienen cada vez más seguidores.
La solución a la cuestión saharaui, ahora, pasa por el cese inmediato de la represión, y por la apertura de una negociación real y efectiva en el seno de Naciones Unidas, con la participación activa de España y Francia, por la relevancia y la influencia que ambos países irradian sobre el Magreb.
Vale.

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