Mientras escribo este post, se debaten en el Congreso las medidas del “palacio de Zurbano”, en las que tienen una importancia básica el desembolso de fondos públicos. También en estas fechas los Ayuntamientos de toda España están licitando las obras aprobadas dentro de la segunda fase del Plan E. Y los empresarios del automóvil reclaman la prolongación de las ayudas para adquisición de coches. En realidad, todo un gran plan E, que no es otra cosa que un PER a gran escala. Ya lo dijo hace poco Rodríguez Ibarra en “Salvados”: ¿qué es el Plan E si no un PER?
La derecha, encabezada por la dirección del PP, critica estas acciones del Gobierno, mientras los ayuntamientos gobernados por sus conmilitones se echan de hoz y coz a pedir financiación para proyectos con fondos del Plan E.
La derecha mediática, todas esas emisoras de radio y televisión adjudicadas (¿gratuitamente?) por el gobierno de Esperanza Aguirre critica sin parar el Plan E.
Pero hoy en los medios de comunicación aparecen los primeros, tímidos, intentos de un grupo de empresas (en toda Europa) que ante el desastre ocasionado por la nube de cenizas del volcán islandés, ya están pidiendo ayudas públicas. Son las compañías aéreas, a las que seguirán las empresas hoteleras que han visto canceladas miles de reservas, los chiringuitos de playa que no venderán miles de raciones de paella…
Lo de las ayudas a empresas aéreas es una sinvergonzonería sin tasa, que será secundada por la derecha política y la derecha mediática: son empresas que cotizan en bolsa, que tienen accionistas que cuando reciben dividendos los guardan bien guardados y no se los ofrecen al Estado.
El neoliberalismo económico que tanto le gusta a Montoro y sus estudiosos discípulos y seguidores se demuestra como lo que es: hipócrita y sinvergüenza.
Las cenizas del volcán islandés son las cenizas del capitalismo salvaje y de la hipocresía política de los neoliberales, a los que no les importa, cuando están llenando los bolsillos de dividendos y beneficios sin control, hacer todo lo posible por destruir y desprestigiar al Estado, y cuando una ráfaga de viento les voltea una esquina de la cartera acuden llorando, cobardes, a que papá Estado les socorra.
Vale.
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