Cuando un artista desea dar a conocer su obra, sobre todo cuando se trata de gente novel, la primera cuestión que se plantea es dónde. En la ciudad de Cáceres existen, dicen, tres galerías (Belleartes, María Llanos y Punto Rojo) en las que pueden exponer quienes conocen a sus propietarios y cuya obra interesa o es del gusto de esos propietarios. Todos los demás, la inmensa mayoría, tiene que buscarse la vida.
El primer lugar, el primer intento de búsqueda de un espacio en el que exponer los cuadros, las fotografías, las esculturas... suele ser, debe ser, el área de Cultura del Ayuntamiento. Siempre que los ayuntamientos tengan área cultural, por supuesto.
En Cáceres, con una concejalía de cultura en el organigrama municipal, son muchos los artistas, más o menos consagrados, principiantes, estudiantes de Bellas Artes, autodidactas, que se dirigen a la concejalía solicitando un espacio, unas paredes, una sala en la que su obra, trabajada desde el esfuerzo, la imaginación, la constancia, pueda ser conocida.
La realidad es dura: en la mayor parte de los casos, en un porcentaje muy elevado, casi del cien por cien, esas peticiones no pueden ser atendidas. La razón: el Ayuntamiento solamente cuenta con un espacio, el Palacio de la Isla, y un par de salas dentro de ese inmueble. Y dentro de las prioridades de la política local en materia de cultura no se encuentra facilitar esas salas a quien las solicita, sino que se utilizan para, como sucede estos días, exponer unos grabados de Picasso, pertenecientes a una colección cuya procedencia está en entredicho. Y no solamente se exponen esos grabados por un tiempo razonable, sino que con la excusa, incierta, de que es muy visitada la exposición, se prorroga su exhibición.
Mientras, las peticiones de multiples artistas se amontonan en unas cajas de cartón, en el suelo, bajo unas estanterías, olvidadas ya antes de que llegaran al Ayuntamiento. En esas cajas de cartón duermen el sueño eterno el eterno sueño de muchos artistas que solamente quieren que los ciudadanos, en la mayor parte, sus propios convecinos, conozcan su obra.
En esas cajas olvidadas, pero que gritan cada vez que se las mira, duerme una forma de hacer cultura: ninguna.
Vale.
El primer lugar, el primer intento de búsqueda de un espacio en el que exponer los cuadros, las fotografías, las esculturas... suele ser, debe ser, el área de Cultura del Ayuntamiento. Siempre que los ayuntamientos tengan área cultural, por supuesto.
En Cáceres, con una concejalía de cultura en el organigrama municipal, son muchos los artistas, más o menos consagrados, principiantes, estudiantes de Bellas Artes, autodidactas, que se dirigen a la concejalía solicitando un espacio, unas paredes, una sala en la que su obra, trabajada desde el esfuerzo, la imaginación, la constancia, pueda ser conocida.
La realidad es dura: en la mayor parte de los casos, en un porcentaje muy elevado, casi del cien por cien, esas peticiones no pueden ser atendidas. La razón: el Ayuntamiento solamente cuenta con un espacio, el Palacio de la Isla, y un par de salas dentro de ese inmueble. Y dentro de las prioridades de la política local en materia de cultura no se encuentra facilitar esas salas a quien las solicita, sino que se utilizan para, como sucede estos días, exponer unos grabados de Picasso, pertenecientes a una colección cuya procedencia está en entredicho. Y no solamente se exponen esos grabados por un tiempo razonable, sino que con la excusa, incierta, de que es muy visitada la exposición, se prorroga su exhibición.
Mientras, las peticiones de multiples artistas se amontonan en unas cajas de cartón, en el suelo, bajo unas estanterías, olvidadas ya antes de que llegaran al Ayuntamiento. En esas cajas de cartón duermen el sueño eterno el eterno sueño de muchos artistas que solamente quieren que los ciudadanos, en la mayor parte, sus propios convecinos, conozcan su obra.
En esas cajas olvidadas, pero que gritan cada vez que se las mira, duerme una forma de hacer cultura: ninguna.
Vale.
No hay comentarios:
Publicar un comentario