lunes, 19 de octubre de 2009

Agravante ideológica

En el día de hoy se ha dado conocer la sentencia que condena al autor de la muerte de Carlos Palomino a 26 años de prisión. En la condena se ha considerado el agravante de motivos ideológicos, conforme a lo previsto en el Art. 22.4 del Código Penal, que dice, a este respecto, de modo textual lo siguiente: "Son circunstancias agravantes: (...) 4. Cometer el delito por motivos racistas, antisemitas u otra clase de discriminación referente a la ideología, religión o creencias de la víctima, la etnia, raza o nación a la que pertenezca, su sexo u orientación sexual, o la enfermedad o minusvalía que padezca".
En todas las informaciones de prensa relacionadas con el caso, se alude sistemáticamente a la condición de militar profesional (tropa) del autor material de la muerte, Josué Estébanez. Como ocurre de modo habitual cuando en un suceso las circunstancias de los implicados (en general, los autores) son modificativas respecto a los intereses mediáticos de la información: inmigrante, minoría, policía, militar, etnia... en este caso también.
Recientemente, con motivo del día de la fiesta nacional, durante el desfile de las Fuerzas Armadas se produjeron abucheos al Presidente del Gobierno, atribuidas en algunos medios a familiares de militares. Unir ambas informaciones puede proporcionar un retrato que se transmite a la ciudadanía ligando ultraderecha, cuando no fascismo, con las Fuerzas Armadas.
En este sentido, conviene tener muy en cuenta la opinión de Luis Solana en su blog (http://www.luissolana.com/?p=2335#more-2335). Es cierto, muy cierto, que la mayor parte de los militares, como dice Solana, son conservadores, pero eso no significa que el mismo porcentaje que se consideran conservadores voten a la derecha (en todos sus flancos).
No por ser militar, Josué Estébanez, autor de la muerte de Carlos Palomino, es de extrema derecha o fascista hasta el punto de cometer un asesinato en función de su ideología. En las Fuerzas Armadas no se enseña a los soldados a ser fascistas, en su sentido político o ideológico. Pero sí es cierto que la imagen, heredada del franquismo, que tenemos los ciudadanos del Ejército tiene mucho que ver con que sirva de atracción para individuos normalmente sin grados de instrucción suficientes para desarrollar capacidad crítica, imbuidos de estéticas neonazis.
El conservadurismo (en la línea de Luis Solana) de los militares no impide una cuestión que está verdaderamente interiorizada en todos los niveles de mando: las Fuerzas Armadas están al servicio de la Constitución y de los ciudadanos. Otra cosa es lo que cada funcionario militar vota u opina cuando se quita el uniforme.
Es necesario superar desde la izquierda social y política los prejuicios sobre la constitucionalidad de las fuerzas armadas y evitar que sigan siendo campo abonado para la derecha en cuanto a sus niveles de representatividad e imagen social porque son un instrumento para y del Estado. Las corrientes ideológicas neoconservadoras y neoliberales en las que se ha movido la derecha y en las que se volverá a mover en cuanto se supere la crisis económica tienen como objetivo el adelgazamiento forzado del Estado, y es algo que desde la izquierda ni podemos ni debemos permitir. Las Fuerzas Armadas son un instrumento necesario (el ejemplo de la Unidad Militar de Emergencias es claro, y será seguido en el futuro por muchos países) para el fortalecimiento del Estado.
El hecho de que jóvenes desclasados y desarraigados, atraídos por ideologías y estéticas neonazis se incorporen a las Fuerzas Armadas ha de suponer que desde las autoridades políticas del gobierno se incida en los valores sociales positivos que implica el servicio al Estado (en su concepto político) y ese refuerzo de valores sociales positivos deben contribuir, de modo inequívoco, a disuadir del ingreso en el Ejército a quienes no los comparten.
La realidad del Ejército no es la de los abucheos del Paseo de la Castellana ni la actitud fascista del autor de la muerte de Carlos Palomino, y la izquierda debe, por sentido político, ponerla en valor, asumirla como un instrumento del Estado, porque ante las ideologías neoliberales y neoconservadoras, solamente la socialdemocracia conserva el sentido del Estado en el que refugiar los derechos y deberes de los ciudadanos.
Vale.





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