martes, 9 de septiembre de 2008

Privilegios

La homilía de un tal Cañizares en Guadalupe, con motivo de la fiesta católica de la virgen de Guadalupe estuvo llena de alabanzas en favor de la moral tradicional (la más tradicional posible) de la iglesia católica, llegando a decir, incluso, que contra ella no valen ni las mayorías parlamentarias y ni los consensos políticos. ¡Asi se habla, Cañete!
Pero claro, quien se proclama guardián de la más rancia de las tradiciones, de la moral más agotada, no podía permanecer ajeno a cumplir con ella cuando, comenzada la homilía (o el mitin, según se mire), apareció Fabiola, la de los bollitos del desayuno, digo la ex reina de los belgas.
Así dice una crónica: "A los pocos minutos de iniciar esta homilía, Cañizares se vio obligado a interrumpir sus palabras ante el murmullo que provocó la entrada de la reina Fabiola de Bélgica a la Basílica del Monasterio de Guadalupe, que llegó tarde a la misa como consecuencia de un retraso en su vuelo." ¿Cómo que se "vio obligado a interrumpir sus palabras"? Yo he escuchado lo que decía el cura de Toledo, y no solamente se vio obligado a interrumpir sus palabras, sino que se arrastró con ellas para hacerle la pelota a la vieja Fabiola.
Cuando en una función teatral, en una ópera, comienza el primer acto, es costumbre en los grandes teatros del mundo que nadie entre o salga de la sala hasta que éste no termina. Aquí, en la misa de Cañizares, no: si entra la vieja exreina de los belgas, se interrumpe la función, se le extiende la babosa alfombra del peloteo y la sumisión.
Y después, se sigue con el mitin defendiendo la moral y la tradición más rancia, más vieja (más todavía que la Fabiola) sin reparar en que las palabras del mitinero carecerán ya de valor cuando se ha arrastrado ante quien representa un poder anclado en el medievo.
¿Qué habría ocurrido si la interrupción la causa "cualquier mortal"? Pues probablemente el cura de Toledo oficiante habría hecho un alto en su homilía y habría lanzado duras admoniciones contra el intruso. Porque el cura Cañizares oficiaba la palabra de dios, y la palabra de dios no se interrumpe nunca... salvo que llegue Fabiola rodeada de una cohorte de fotógrafos y cámaras de la prensa del hígado.
Vale.

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