domingo, 24 de febrero de 2013

Cáceres, cerrado por falta de uso (XX)




Una de las consecuencias del abandono de los edificios es su deterioro inmediato, especialmente si su calidad edificatoria no es la mejor. En los centros de las ciudades que tienen alguna historia pasada, los diferentes períodos de desarrollo han ido estableciendo una serie de espacios sobre los que los vecinos edificaron sus casas. Y los medios económicos de que disponían, no permitían las mejores construcciones.
Ahora, cuando ya el edificio se ha vaciado de vecinos, cuando su deterioro resulta imparable, es la propiedad, única o compartida, la responsable de mantenerlo con el ornato y limpieza exterior adecuados, y evitar que el interior vaya degradándose hasta que puedan apreciarse los primeros signos de ruina. Aunque en muchas ocasiones sucede que es la propiedad la que desea que, en zonas como las protegidas por el Plan Especial, la ruina aparezca cuanto antes. Y llegar a la ruina total. Es más barato demoler entero y reconstuir, que rehabilitar, cuando, como es el caso del edificio de esta entrada, las superficies sobre las que se actúa son pequeñas.
Pero, también, es obligación del Ayuntamiento exigir a la propiedad que las condiciones de ornato y seguridad se mantengan. No hacerlo cuando se observan los primeros indicios de vacío y abandono, supone tener que llegar a la aplicación de las normas sobre ruina. Si el edificio es de escaso valor, como este caso, tanto económico como constructivo, la dejadez de la propiedad se une a la inacción de la administración municipal y las consecuencias se dejan sentir enseguida.

Un Ayuntamiento pasivo, incapaz de construir un modelo de ciudad, como sucede con el actual equipo de gobierno de Cáceres, del Partido Popular, encabezado por Elena Nevado, más pendiente de medrar en el partido (también es senadora) que de defender los intereses de la ciudad, no está en condiciones de exigir a, por ejemplo, los propietarios de este edificio que lo cuiden.
El edificio al que corresponde esta entrada, es un pequeño inmueble, de cuatro alturas, situado en la plaza de Las Cuatro Esquinas, uno de los rincones más reconocidos de Cáceres, formando una de esas cuatro esquinas, Calle Muñoz Chaves – Calle Zapatería. En su planta baja se asentó durante años un estanco, ahora trasladado a la calle Margallo, y otro local que ha tenido diversos usos.

Sobre una superficie de 58 m2, están construidos 232 m2, según la ficha catastral. Pero esa pequeña superficie, esa esquina, es la que se encuentra de frente cualquier persona que sale de la Plaza Mayor en dirección a San Blas, o a la Plaza de Toros por las calles Sancti Spiritu y Margallo. Su color amarillento es, además, característico sobre unos edificios más neutros de colorido.
Presenta un aspecto demasiado descuidado para el lugar en el que se encuentra y contribuye, con otros muchos edificios y locales cerrados y con señales inequívocas de abandono, a que los visitantes tengan la impresión de que en Cáceres se pasa de una ciudad antigua, monumental, Patrimonio de la Humanidad, a una ciudad vieja, destartalada, abandonada.

Que este edificio continúe su deterioro camino de la ruina final o que se obligue a sus propietarios a mantenerlo al menos visible, depende de que el Ayuntamiento pueda tener la fuerza moral de exigirlo. Sin embargo, la cada vez más perceptible sensación de que “Cáceres se muere” o que el comercio de Cáceres se muere, y que la ciudad languidece, anestesiada, hacen que, al final, los ciudadanos miren hacia el balcón municipal y lo encuentren, también, languideciente, sin uso, y sin capacidad de reacción.
Vale.

No hay comentarios: