Una de
las consecuencias del abandono de los edificios es su deterioro
inmediato, especialmente si su calidad edificatoria no es la mejor.
En los centros de las ciudades que tienen alguna historia pasada, los
diferentes períodos de desarrollo han ido estableciendo una serie de
espacios sobre los que los vecinos edificaron sus casas. Y los medios
económicos de que disponían, no permitían las mejores
construcciones.
Ahora,
cuando ya el edificio se ha vaciado de vecinos, cuando su deterioro
resulta imparable, es la propiedad, única o compartida, la
responsable de mantenerlo con el ornato y limpieza exterior
adecuados, y evitar que el interior vaya degradándose hasta que
puedan apreciarse los primeros signos de ruina. Aunque en muchas
ocasiones sucede que es la propiedad la que desea que, en zonas como
las protegidas por el Plan Especial, la ruina aparezca cuanto antes.
Y llegar a la ruina total. Es más barato demoler entero y
reconstuir, que rehabilitar, cuando, como es el caso del edificio de
esta entrada, las superficies sobre las que se actúa son pequeñas.
Pero,
también, es obligación del Ayuntamiento exigir a la propiedad que
las condiciones de ornato y seguridad se mantengan. No hacerlo cuando
se observan los primeros indicios de vacío y abandono, supone tener
que llegar a la aplicación de las normas sobre ruina. Si el edificio
es de escaso valor, como este caso, tanto económico como
constructivo, la dejadez de la propiedad se une a la inacción de la
administración municipal y las consecuencias se dejan sentir
enseguida.
Un
Ayuntamiento pasivo, incapaz de construir un modelo de ciudad, como
sucede con el actual equipo de gobierno de Cáceres, del Partido
Popular, encabezado por Elena Nevado, más pendiente de medrar en el
partido (también es senadora) que de defender los intereses de la
ciudad, no está en condiciones de exigir a, por ejemplo, los
propietarios de este edificio que lo cuiden.
El
edificio al que corresponde esta entrada, es un pequeño inmueble, de
cuatro alturas, situado en la plaza de Las Cuatro Esquinas, uno de
los rincones más reconocidos de Cáceres, formando una de esas
cuatro esquinas, Calle Muñoz Chaves – Calle Zapatería. En su
planta baja se asentó durante años un estanco, ahora trasladado a
la calle Margallo, y otro local que ha tenido diversos usos.
Sobre una
superficie de 58 m2, están construidos 232 m2, según la ficha
catastral. Pero esa pequeña superficie, esa esquina, es la que se
encuentra de frente cualquier persona que sale de la Plaza Mayor en
dirección a San Blas, o a la Plaza de Toros por las calles Sancti
Spiritu y Margallo. Su color amarillento es, además, característico
sobre unos edificios más neutros de colorido.
Presenta
un aspecto demasiado descuidado para el lugar en el que se encuentra
y contribuye, con otros muchos edificios y locales cerrados y con
señales inequívocas de abandono, a que los visitantes tengan la
impresión de que en Cáceres se pasa de una ciudad antigua,
monumental, Patrimonio de la Humanidad, a una ciudad vieja,
destartalada, abandonada.
Que este
edificio continúe su deterioro camino de la ruina final o que se
obligue a sus propietarios a mantenerlo al menos visible, depende de
que el Ayuntamiento pueda tener la fuerza moral de exigirlo. Sin
embargo, la cada vez más perceptible sensación de que “Cáceres
se muere” o que el comercio de Cáceres se muere, y que la ciudad
languidece, anestesiada, hacen que, al final, los ciudadanos miren
hacia el balcón municipal y lo encuentren, también, languideciente,
sin uso, y sin capacidad de reacción.
Vale.
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