El pasado 1 de septiembre
publicaba en este mismo blog una entrada en la que comentaba un
edificio, el situado en el número 3 de la Plaza de la Concepción,
en una ciudad, Cáceres, en la que los inmuebles cerrados, públicos
y privados, aumentan. La Plaza de la Concepción tiene una superficie
aproximada de 2.800 m2, y además del ya citado número 3, hay
algunos edificios más cerrados, además de locales comerciales cuyo
deterioro es considerable y progresivo.
Que en un espacio tan
reducido para el tamaño de una ciudad haya tres edificios
considerables, tanto en volumen como en prestancia, cerrados por
falta de uso es un síntoma de una realidad: una ciudad que camina
hacia la melancolía, hacia el vacío más absoluto, hacia algo que,
quizás, sea lo más más parecido a un conjunto de zombis, ni
siquiera ciudadanos, que deambulan entre calles, por plazas, sin más
futuro que esperar el paso de la siguiente procesión.
La superficie de suelo
que ocupa el número 3 de la Plaza de la Concepción es de 670 m2 y
la construida, siempre según las fichas catastrales, de 1.827 m2. El
edificio situado en el número 11, construido a principios del siglo
XX es una gran casona, con una superficie de suelo de 576 m2 y la
superficie construida, de 1.363 m2. El situado en el número 18 de la
misma plaza, ocupa 444 m2 de suelo y 1.101 m2 constuidos.
Tomando como referencia
la superficie construida necesaria para una vivienda estándar de
unos 110 m2 construidos, los edificios ociosos citados equivalen a 40
viviendas. Solamente el situado en el número 11 tiene en uso la
planta alta, con fachada a la Plaza de Obispo de Galarza, pero el
conjunto, el inmueble, puede y debe ser calificado como cerrado por
falta de uso.
Los tres edificios,
además de cerrados, sin uso, son el reflejo, por diversas causas del
declive de la burguesía local, tanto de la heredera de la nobleza
vieja como de la impuesta, de la burguesía industrial cuyas nuevas
generaciones no han seguido los caminos que dieron lugar a ser
referentes locales y que, periódicamente, las gacetillas locales
ensalzan como promotoras de un esplendor que, visto hoy, no es más
que un espejismo, un esplendor sobre una base de una sociedad
mojigata, apegada a unas tradiciones porque no se atreve a luchar por
caminos mejores.
Los tres inmuebles están
en el tráfico inmobiliario, sin conseguir ser vendidos. Edificios
sin uso que nadie quiere, y que las administraciones públicas o
semipúblicas, que hace unos años podían ser las compradoras, para
lo que fuera, hoy están tan esquilmadas económicamente que ni
siquiera se plantean ayudar a los vendedores haciendo ver que se
interesan por ellos, a ver si alguna empresa privada pica el anzuelo.
Cáceres aspiró en el
pasado a ser Capital Europea de la Cultura. En aquellas fechas, estos
tres inmuebles hubieran sido aspirantes a convertirse en sede de
museos, salas de exposiciones, fundaciones, espacios culturales que,
adquiridos con cargo a los beneficios que la obtención hubieran
reportado a la ciudad.
Hoy, en estos tiempos de
crisis económica, de crisis social, de crisis cultural, el
ahondamiento en los abandonos, el ahondamiento en políticas cegatas
de austeridad están, a su vez, ahogando el flujo necesario de
iniciativas públicas que espoleen las asténicas iniciativas
privadas.
Que la ciudad tenga
inmuebles de titularidad pública cerrados por falta de uso, tiene su
trasunto en que hay más inmuebles privados que están en la misma
situación. Inmuebles enteros o inmuebles claramente infrautilizados,
públicos o privados, son el síntoma de capacidades ciudadanas
disminuidas, de colectivos ciudadanos abandonados por falta de
espacios en los que desarrollar, cuando las hay, iniciativas
culturales o sociales.
Ni siquiera la ciudad de
Cáceres produce, por su limitado número de habitantes, colectivos
de ciudadanos que, ante el abandono evidente de edificios, pudieran
ocuparlos. Tampoco en la rebeldía encontramos una ciudad capaz de
despertar.
Vale
No hay comentarios:
Publicar un comentario