domingo, 21 de octubre de 2012

Cáceres, cerrado por falta de uso (IX)



El pasado 1 de septiembre publicaba en este mismo blog una entrada en la que comentaba un edificio, el situado en el número 3 de la Plaza de la Concepción, en una ciudad, Cáceres, en la que los inmuebles cerrados, públicos y privados, aumentan. La Plaza de la Concepción tiene una superficie aproximada de 2.800 m2, y además del ya citado número 3, hay algunos edificios más cerrados, además de locales comerciales cuyo deterioro es considerable y progresivo.


Que en un espacio tan reducido para el tamaño de una ciudad haya tres edificios considerables, tanto en volumen como en prestancia, cerrados por falta de uso es un síntoma de una realidad: una ciudad que camina hacia la melancolía, hacia el vacío más absoluto, hacia algo que, quizás, sea lo más más parecido a un conjunto de zombis, ni siquiera ciudadanos, que deambulan entre calles, por plazas, sin más futuro que esperar el paso de la siguiente procesión.
La superficie de suelo que ocupa el número 3 de la Plaza de la Concepción es de 670 m2 y la construida, siempre según las fichas catastrales, de 1.827 m2. El edificio situado en el número 11, construido a principios del siglo XX es una gran casona, con una superficie de suelo de 576 m2 y la superficie construida, de 1.363 m2. El situado en el número 18 de la misma plaza, ocupa 444 m2 de suelo y 1.101 m2 constuidos.
Tomando como referencia la superficie construida necesaria para una vivienda estándar de unos 110 m2 construidos, los edificios ociosos citados equivalen a 40 viviendas. Solamente el situado en el número 11 tiene en uso la planta alta, con fachada a la Plaza de Obispo de Galarza, pero el conjunto, el inmueble, puede y debe ser calificado como cerrado por falta de uso.

Los tres edificios, además de cerrados, sin uso, son el reflejo, por diversas causas del declive de la burguesía local, tanto de la heredera de la nobleza vieja como de la impuesta, de la burguesía industrial cuyas nuevas generaciones no han seguido los caminos que dieron lugar a ser referentes locales y que, periódicamente, las gacetillas locales ensalzan como promotoras de un esplendor que, visto hoy, no es más que un espejismo, un esplendor sobre una base de una sociedad mojigata, apegada a unas tradiciones porque no se atreve a luchar por caminos mejores.
Los tres inmuebles están en el tráfico inmobiliario, sin conseguir ser vendidos. Edificios sin uso que nadie quiere, y que las administraciones públicas o semipúblicas, que hace unos años podían ser las compradoras, para lo que fuera, hoy están tan esquilmadas económicamente que ni siquiera se plantean ayudar a los vendedores haciendo ver que se interesan por ellos, a ver si alguna empresa privada pica el anzuelo.

Cáceres aspiró en el pasado a ser Capital Europea de la Cultura. En aquellas fechas, estos tres inmuebles hubieran sido aspirantes a convertirse en sede de museos, salas de exposiciones, fundaciones, espacios culturales que, adquiridos con cargo a los beneficios que la obtención hubieran reportado a la ciudad.
Hoy, en estos tiempos de crisis económica, de crisis social, de crisis cultural, el ahondamiento en los abandonos, el ahondamiento en políticas cegatas de austeridad están, a su vez, ahogando el flujo necesario de iniciativas públicas que espoleen las asténicas iniciativas privadas.
Que la ciudad tenga inmuebles de titularidad pública cerrados por falta de uso, tiene su trasunto en que hay más inmuebles privados que están en la misma situación. Inmuebles enteros o inmuebles claramente infrautilizados, públicos o privados, son el síntoma de capacidades ciudadanas disminuidas, de colectivos ciudadanos abandonados por falta de espacios en los que desarrollar, cuando las hay, iniciativas culturales o sociales.
Ni siquiera la ciudad de Cáceres produce, por su limitado número de habitantes, colectivos de ciudadanos que, ante el abandono evidente de edificios, pudieran ocuparlos. Tampoco en la rebeldía encontramos una ciudad capaz de despertar.
Vale

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