Cuando escucho a la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, hablar de escuchas ilegales a dirigentes de su partido, acusando sin pruebas a diversas instituciones del Estado, gobierno incluido, por supuesto, no puedo si no recordar la trayectoria de mentiras de destrucción masiva que el gobierno del PP en la legislatura 2000-2004 perpetró y de las que no solamente no se ha recuperado, sino que convierte en eje de su estrategia.
María Dolores de Cospedal era la Subsecretaria del Ministerio del Interior, con Ángel Acebes, cuando su jefe político de entonces y de ahora, José María Aznar, decía, sin rubor alguno, aquello de "creánme ustedes, en Iraq hay armas de destrucción masiva". Ahora, la alumna aventajada afirma "creánme ustedes, a los dirigentes del PP nos han pinchado los teléfonos".
María Dolores de Cospedal era la Subsecretaría del Ministerio del Interior, o Ángel Acebes, cuando en la misma mañana de los atentados del 11-M, en el gabinete de crisis (de partido) presidido por Aznar y al que asistió Acebes y también asistió Arriola, que era el asesor electoral del partido, pero no miembro de la administración, se afirmó: "si ha sido ETA, ganamos las elecciones de calle". Y la mentira hizo mella y Acebes, en contra del magnífico trabajo policial, siguió abundando en ella, y hasta Mariano Rajoy la aprovechó en una entrevista de propaganda política que le regaló Pedrojota el mismo día de las elecciones.
Pero... claro, qué se puede esperar de María Dolores de Cospedal: aprendió de su jefe de entonces y de ahora, Aznar, el valor político de las mentiras de destrucción masiva. Y también aprendió, de su antecesor en la secretaría general del partido, Ángel Acebes, que la mentira es el único instrumento ideológico que la derecha, la extrema derecha, tiene para conseguir el poder.
La señora Cospedal debería aprendido la lección. Pero, no, vuelve a su libro de cabecera, a su único bagaje político.
Vale.
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