Cuando nos enfrentamos ante un plan general de urbanismo nuestros ojos se dispersan ante un cúmulo completo de rayas, tramas, símbolos... pero hay elementos que tenemos que tomar en consideración.
Fundamentalmente, cabe plantearse un concepto de partida para entender el urbanismo: ninguna línea, ninguna raya que se haga en el plano es inocente. Ni siquiera las que pueda hacer uno mismo.
Cuando vemos los planos coloreados, tan "diseñados" de un plan urbanístico, tenemos que tener presente que todo ese entramado de elementos comenzó con una raya en el plano y un número en una hoja de cálculo, y ni la línea en el plano ni el número en la hoja de cálculo son inocentes.Cuando eximios urbanistas nos explican pormenorizadamente un plano, una unidad de ejecución, un sector ordenado, se olvidan de decirnos en qué punto comenzó la primera línea, por qué un determinado número aparece primero en la hoja de cálculo.
Cuando estos eximios urbanistas se reúnen con cargos públicos legos en la materia, les manifiestan las enormes ventajas de una ordenación que "cose la ciudad, de una ordenación "que presenta un nuevo modelo de ciudad, sostenible, integradora...", pero nunca les dicen en qué punto comenzaron a trazar la primera línea.
Ninguna línea en el plano es inocente, ningún primero número en la hoja de cálculo lo es, pero nunca los eximios urbanistas explican el porqué de esa línea, o de ese número: es su poder, el poder de determinar el modelo de una ciudad, el poder de determinar qué espacios serán beneficiados por su elección.
Hagan la prueba: tomen en sus manos una hoja en blanco, un lápiz y tracen una línea, sencilla, una recta, del tamaño que quieran, en cualquier parte de la hoja. Y comprobarán que no es inocente su elección. Y menos si a cada lado de la línea ponen un número del 1 al 10.
Vale.
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