miércoles, 15 de agosto de 2012

Cáceres, cerrado por falta de uso (II)


En esta segunda entrega de la serie, no me referiré a un edificio público, sino a uno privado. Situado en la Calle Barrio Nuevo, esquina a Barrio de Luna. Calle que en su día era la entrada “natural” de todos los visitantes de la ciudad, por cuanto comunica la llegada desde Madrid con la Plaza Mayor. Las nuevas ordenaciones del tráfico urbano han hecho que, finalmente, sea una vía urbana sin ese componente.
A media calle se situa el número 37, un edificio de 1.245 m2 construidos sobre una superficie de suelo de 586 m2, según los datos catastrales. Se trata de un edificio notable, superior sin duda a la inmensa mayoría de los situados en la citada calle, cuando no a todos.


Su lamentable estado actual de conservación, de falta de ella, es el motivo por el que lo traigo a este blog, porque ello es consecuencia de dos aspectos que se han cruzado, como un cruce de vías, en él. Por un lado, las sucesivas generaciones de una misma familia, que lo construyó y que los siguientes herederos, partiendo herencias, gastando (o no) herencias, llevaron a que los últimos propietarios vinculados a ella lo vendieran. Por otro, y sin solución de continuidad, su adquisición, en el momento de mayor auge de la burbuja inmobiliaria por una empresa constructura, más interesada en el valor especulativo del edificio que su valor arquitectónico e histórico.


Como prácticamente todos los edificios de la calle Barrio Nuevo, el número 37 se encuentra afectado, incluido en las disposiciones del Plan Especial de Protección del Casco Antiguo de la ciudad de Cáceres. Su nivel de protección es elevado, Ambiental singular, por lo que su futuro está claramente condicionado.
Prácticamente, excepto su demolición (intervención genérica), es posible realizar obras de rehabilitación, mantenimiento, conservación, para disponer el edificio en orden a su mejor uso. Sin embargo, su estado actual, con áreas ruinosas, con una degradación que incluso afecta a la seguridad de su entorno, de las personas que pasen cerca de él y que lo mantienen vallado, con numerosas actuaciones llevadas a cabo por los bomberos para eliminar elementos peligrosos o consolidar otros, no hacen pensar nada bueno. O lo que es lo mismo: es más que probable que los actuales propietarios (¿los mismos que lo adquirieron para su utilización especulativa?) estén más que interesados en su declaración de ruina.
Ya me referí en mi primera entrada de esta serie a que la burguesía local (esa pequeña burguesía pueblerina que detenta prácticamente todos los poderes de la ciudad) es una pieza fundamental en la decadencia de la vida ciudada, en que los comerciantes digan que Cáceres se muere, cuando en realidad la están (estamos) dejando morir entre todos, caminando cada vez más cerca de la ciudad fantasma.
Este edificio, paradigmático de una pequeña burguesía venida a menos y una estructura económica basada en el enriquecimiento rápido y con poco esfuerzo, le fue ofrecido, por ejemplo, al ayuntamiento de la ciudad para albergar alguna colección de pinturas. Ofrecimiento envenenado, por cuanto, el municipio, además de asumir su coste, debería asumir alguna servidumbre más. Todo ello en la creencia por quienes comerciaban con él, de que las administraciones públicas pueden asumir cualquier cosa. Y de paso, hacerles ganar unos buenos dineros.
Hoy, con las techumbres arrumbadas, las ventanas descolgadas o inexistentes, la fachada como un traje raído, y, en suma, vallado por la seguridad de los viandantes, asiste a la degradación de la ciudad de la que fue un ejemplo de fuerza. Por los acerados de la calle pasaron muchos viandantes, muchos, por ejemplo, soldados del cercano Cuartel Infanta Isabel, que transitaban ida y vuelta hacia la playa mayor trasegando en los numerosos bares (Jaype, Suga, La Uva, El Racimo, La vid... o en el propio edificio cuando albergó una freiduría de mariscos en la que se despachaban los cartuchos de calamares fritos).
Hoy, todo aquel trasiego de peatones, o de coches llegando desde Madrid a Cáceres, con parada en la Plaza Mayor, ya es casi inexistente, como la seguridad y la fortaleza de este edificio.
Vale.

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