sábado, 4 de julio de 2009

Bulto sospechoso

Desde una perspectiva local, la ciudad de Cáceres, y en un enfoque general, podemos hacer un balance de la semana que termina que resulta revelador de cómo se entiende la política en la izquierda y en la derecha. Para que luego digan los falsos apolíticos (decía Perich en una viñeta de un orondo preboste: "yo soy apolítico de derechas como mi padre") que todos los políticos son iguales o que da igual que gobierne la derecha o la izquierda.
A nivel local, se ha demostrado que la intolerancia ideológica, acompañada de la incapacidad individual para el diálogo, no tienen cabida cuando han de compartirse tareas de gobierno y han de adoptarse decisiones para el común de los ciudadanos y no sólo para satisfacer una supuesta coherencia que no es otra cosa que intransigencia. Así, aunadas en una sola persona la intolerancia, la incapacidad para el diálogo y la intransigencia, se ha producido el hartazgo de la alcadesa de Cáceres que ha cesado de modo fulminante y a todos los efectos al concejal de IU Santiago Pavón. En la izquierda, estas actitudes intransigentes, incapaces de empatía e intolerantes se pagan. En la derecha, la intransigencia y la falta de empatía se premian, y si no, que se lo digan al humilde y sencillo Trillo.
A nivel nacional, mientras que una guerra interna por cuotas de poder en el Centro Nacional de Inteligencia han llevado a la dimisión de su Director General, Alberto Sáiz, por la sola publicación de acusaciones en un periódico que no se deben a la labor de periodismo de investigación, sino a que los que querían defenestrar a Sáiz lo han utilizado de mero buzón de correo. El Mundo de Jota Pedro ha vuelto a ser lo que más le gusta: buzón.
Alberto Sáiz ha renunciado, ha dimitido como consecuencia de unas informaciones publicadas en la prensa que, teniendo una ligera idea de cómo funcionan determinados órganos del Estado, se llevarán por delante también a sus autores (no, a los periodistas no, que ellos no han sido autores, han sido carteros). La lección que se ha vuelto a poner de relieve es que en la izquierda se dimite.
Dimitió Mariano Bermejo por el asunto de la cacería, pero no ha dimitido el consejero de Madrid Francisco Granados que almorzó con el presidente del TSJ de su Comunidad cuando ya sabía que el caso Gürtel le tocaba. ¿De qué hablaron, sino de cómo desmontar el caso?
En la izquierda se dimite y en la derecha el tesorero del Partido Popular, Luis Bárcenas, tiene agarrado por sus debilidades a Mariano Rajoy. Imputado, investigado por el Tribunal Supremo que asume que existen indicios de haber cometido delitos tipificados en el Código Penal, Bárcenas sigue siendo el ejemplo de que en la derecha no se conoce el verbo dimitir, ni que el jefe (¿en realidad, no es el jefe el propio Bárcenas?) tiene agallas ni capacidad para cesarlo.
Por cuestiones ideológicas, una alcaldesa socialista cesa a un concejal de IU, por cuestiones de guerrillas internas, el director del CNI presenta su dimisión. Pero habérse llevado muerto un pastizal, Luis Bárcenas ni dimite ni es cesado. Dimitir es un acto individual, que correspondería solamente al tesorero.
Cesar [a alguien] es un verbo que requiere un sujeto activo, que toma la decisión y un sujeto pasivo, que la recibe y acepta. Rajoy es solamente un sujeto. O como decía el ideólogo José María [García], en el caso Bárcenas, Rajoy es un bulto sospechoso.
Vale.

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