Ayer, 17
de marzo, el diario El País hacía público un vídeo en el que un
grupo de militares, al parecer pertenecientes a la Agrupación “Plus
Ultra”, patea a unos irakíes detenidos en la base de Diwaniya. El
vídeo es la muestra de un comportamiento execrable, cuyos
responsables por acción (los ejecutores de la agresión), por
omisión (los que no pusieron los medios para evitar que se produjera
la agresión) y por complicidad (los que, si conocieron los hechos,
no adoptaron las decisiones de mando que correspondía tomar).
También
ayer, cuando el asunto comenzó a tomar cuerpo en la red,
especialmente en twitter y facebook, se pudieron apreciar dos
cuestiones que conviene diferenciar para colocar el asunto en sus
justos términos. En primer lugar, la información pura y dura, y, en
segundo lugar, la cascada de estereotipos y lugares comunes.
En el
primer caso, la exclusiva de Miguel González, periodista de El País
especializado en cuestiones de Defensa y Seguridad, no es,
propiamente, una exclusiva ex nuovo, sino la continuación de
múltiples noticias publicadas en dicho medio desde la muerte de 7
agentes españoles del CNI en un atentado en Irak, la guerra de Irak
en la que el irresponsable Presidente del Gobierno, José María
Aznar, y sus ministros y diputados aplaudidores, metieron a nuestro país. De aquel ataque que sufrieron los 7
agentes del CNI resultó la detención del iraquí Al Mayali, que
trabajaba de traductor de español. Al Mayali fue detenido por las
tropas española, y entregado posteriormente a la autoridad militar
norteamericana.
Una de
las primeras crónicas sobre Al Mayali que llegó a España fue la
remitida por el periodista Gervasio Sánchez y publicada en El País
en 2004. Desde entonces, fueron bastantes las informaciones
publicadas por dicho medio, entre ellas, las peticiones de Al Mayali
de que fuera investigada su detención y también las torturas que le
fueron infligidas.
Ayer, con
la publicación del vídeo, el periodista Miguel González destacaba
en su cuenta de twitter que era la primera vez que existían pruebas
de lo que reclamaba Al Mayali, y que lo había hecho incluso por la
vía de Amnistía Internacional. Con independencia del modo en que
González haya tenido acceso al vídeo, se trata de un testimonio
informativo de primer orden. A esta exclusiva respondió, también
por twitter, el periodista Gervasio Sánchez, que acusó a El País y
a Miguel González de cierta hipocresía, al haber publicado la
información 9 años después de que ocurriera. La red se convirtió
en un rifirrafe entre ambos periodistas, sumando adeptos en mayor
número Gervasio Sánchez, extraordinario profesional, que trabaja de
freelance, frenta Miguel González, también reconocido profesional,
pero en la plantilla de El País (mejor dicho, todavía en la
plantilla del periódico de PRISA).
De esta
polémica resultamos ganadores los que buscamos información. Y la
encontramos en las múltiples crónicas sobre el asunto publicadas en
El País, y los datos “contra crónica” que mueve Gervasio
Sánchez.
En el
segundo caso, la cascada de estereotipos y lugares comunes sobre
torturas, maltratos, fuerzas armadas y soldados en un país como el
nuestro en el que la memoria colectiva de un ejército
intervencionista no ha desaparecido (como tampoco ha desaparecido el
franquismo sociológico que permite que esté gobernando un partido
fascista con mayoría absoluta). Sobre estos estereotipos o lugares
comunes nada que objetar. La realidad, sin embargo, es otra.
Los
hechos denunciados por El País requieren, ya lo hemos dicho,
investigación y castigo con agilidad y transparencia. Porque de una
adecuada gestión de estos hechos conocidos ahora dependerá que
muchos estereotipos puedan caer. Quien más interesado debe estar es
el Ejército de Tierra. La Agrupación “Plus Ultra” estaba
compuesta en su mayoría por efectivos de la Brigada Mecanizada XI,
de la Base General Menacho, en Badajoz. El jefe de la Agrupación era
el General de Brigada Fulgencio Coll, al mando de la BRIMZ XI y que
tuvo a su cargo, posteriormente, la creación de la UME y ascendió
al cargo de Jefe del Estado Mayor del Ejército (JEME).
La
investigación debe ser transparente, ágil y alcanzar a todos los
comportamientos, no solamente este caso, si los hubiera, porque será
el camino para que quienes tienen marcados elementos en absoluto
veraces ni reales, puedan tener la tranquilidad de que los hechos se
castigan, y que se ponen los medios para evitar que se repitan.
La
realidad, para quienes tenemos algún conocimiento del trabajo que
hacen las fuerzas armadas españolas en las misiones internacionales
es de un comportamiento general justo, eficaz y que tiene el
horizonte del respeto a los derechos humanos marcado en todas sus
instrucciones.
Esperar a
una investigación “siguiendo los caminos del conducto
reglamentario” será el pasaporte definitivo a consolidar
estereotipos y tópicos que tanto perjudican el trabajo de los
soldados. Hacer que la investigación sea rápida, eficaz,
transparente y real será una vacuna doble: contra nuevos accesos de
maltratadores y para poner sordina a tanto daño nacido, en muchas
ocasiones, de la falta de información.
Vale.